Inversor Diario

Despierta el gigante sudamericano

Muchas veces nos encontramos en situaciones que nos mantienen trabados, estancados. 

 

Hay un principio general, creo que de índole física: dedicar mucho tiempo al ocio o a actividades espurias simplemente nos quita el foco de las cosas importantes.

 

Es que el tiempo y la energía son recursos escasos y, en la medida que no seamos capaces de dedicarle una parte significativa a cuestiones fértiles, simplemente estaremos consumiendo recursos a una velocidad igual o mayor que lo que tardamos en generarlos. 

Voy a poner un ejemplo para que esto se vea más claramente.

Supongamos que un individuo X tiene un salario de $1000 mensuales. Supongamos también que en el trabajo donde se encuentra no desarrolla ninguna habilidad “acumulable” que implique que mañana pueda ascender en la escala jerárquica de la organización. También asumamos que, cuando sale del trabajo, no estudia ni se ocupa de desarrollar nuevas habilidades, al tiempo que tampoco ahorra nada de esos $1000.

En ese caso, con seguridad podremos concluir que dicha persona, en el mejor escenario, a lo sumo podrá mantener ese trabajo de $1000, pero resulta altamente improbable el mismo pueda incrementar su ingreso en el futuro. 

Es que simplemente no está invirtiendo el suficiente tiempo y dinero (el dinero es tiempo, también) en ocuparse de desarrollar habilidades y/o acumular bienes, como poder tener el capital suficiente como para desarrollar algún emprendimiento propio. 

Bueno, esto es algo que nadie discutiría ya que es puro sentido común. El asunto es que, cuando lo llevamos a nivel agregado, por ejemplo, a nivel país… ahí la gente pierde el rastro de esta lógica y comienza a asumir premisas irracionales.

O sea, ¿por qué pensaríamos que estas premisas y conclusiones, que parecen inapelables a nivel individual, dejarían de funcionar cuando sumamos más gente a la ecuación? Hacer eso implicaría un mero acto de irracionalidad. 

 

Brasil y Argentina estuvieron haciendo esto

Toda esa introducción hipotética tiene sentido en el marco de lo que estaría pasando con Argentina y Brasil.

Durante al menos la última década y media, ambos países transitaron un sendero en esa dirección populista que consiste en invertir poco, gastar mucho, y así comprometer las perspectivas de un futuro mejor.

De hecho, no resulta para nada casual que el crecimiento económico de ambos países para el período 2012-2019, punta a punta, haya sido prácticamente nulo, al tiempo que son los países que lideran la tabla de gasto público en términos del PIB.

En otras palabras, son los países que más le quitan al sector privado (en términos proporcionales al tamaño de la economía), el sector que genera riqueza, y a su vez son los países que menos crecen. 

En el extremo, Argentina de hecho ha decrecido. O sea, el país que más extirpa a su propio sector privado es el único país de la muestra (quitando a Venezuela) que ha retrocedido en términos de generación de riqueza. Brasil lo sigue.

Queda claro que extirpar al sector privado resulta un mal negocio a largo plazo ya que se ve afectada la velocidad a la cual prospera el país. De hecho, en el extremo, dicha “tasa de extirpación” puede detener el crecimiento e incluso llevar a una involución en términos productivos, ya que no resulta rentable innovar e invertir en generar riqueza. 

 

¿Por qué lo hacen?

Bueno, esto podría ameritar una biblioteca completa, abarcando temas desde psicológicos hasta burocrático-sociológicos…
Lo que sí queda claro es que, más allá de la ideología, el elevado gasto se dirige hacia un lado. Y generalmente es el de jubilaciones, pensiones, transferencias y empleo público.

En el caso de Brasil, la situación previsional es alarmante. Es un sistema que atiende a 30 millones de personas, representa un gasto total de 13% del PIB y casi un 60% del presupuesto público del Estado Nacional. De hecho, se estima que, de mantenerse así, la participación del sistema previsional en el gasto total llegaría al 75%. Insostenible. 

Para Argentina la situación no es mucho mejor. Prácticamente la mitad del gasto público se destina al pago de jubilaciones, pensiones y subsidios. Y ese porcentaje también iría en aumento, ya que nos encontramos en el bono demográfico, a la vez que no podemos generar los suficientes aportantes “en blanco”.

Más allá de este muy breve repaso de algunos números, en ambos casos la situación concluye en que se tiene un gasto absolutamente insostenible que terminó por ahogar el crecimiento económico. Y eso es un problemón.

 

Reforma previsional: Brasil avanza

La llave para el retomar la senda de crecimiento es bajar el gasto para poder bajar impuestos y así devolverle rentabilidad y previsibilidad al sector privado.

Argentina amagó con una serie de reformas en esta dirección, pero no solo quedó muy corta con todo, sino que incluso la presión tributaria de 2019 sería la más alta en décadas.

A diferencia del fracaso argentino, Bolsonaro armó un discurso desde el comienzo que iba en esta dirección. Y ahora lo empezó a ejecutar.

Concretamente, esta semana la cámara de diputados de brasileña dio media sanción al proyecto de reforma previsional con 45 votos por encima de lo necesario.

Dicha ley propone:

  1. El establecimiento de la edad mínima para jubilarse de 65 años para los hombres, y 62 para las mujeres,
  2. Un sistema en el cual la regla es más clara: a menor cantidad de años de aportes, menor jubilación a cobrar.

Con todo, se estima el fisco brasileño tendría un ahorro de USD 250.000 millones en los próximos años, dando el espacio suficiente para revertir el déficit fiscal, pero también para bajar impuestos, el ancla que hoy detiene el avance brasileño.

El gigante sudamericano, y adormecido hasta ahora por el cloroformo populista, está empezando a transitar el camino correcto.

A nosotros nos mejora el humor por el dólar quieto.

Así estamos.

 

Hasta la semana próxima,

 

Juan I. Fernández

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