Los viernes al anochecer representan para mí el momento de máxima relajación de la semana. Después de una dura semana de trabajo, aireo mi mente dando unas vueltas a los lagos de Palermo. El verde del césped y la arboleda de tipas, eucaliptos, talas y ombúes conforman un ambiente natural que transmite paz y me permite, por un momento, aislarme de la ciudad y su ritmo frenético.
Luego, a la hora de la cena, a veces voy con mi familia a algún restaurante cercano a nuestro hogar. Otras veces pedimos comida por delivery para no tener que prepararla ni tener que lavar la batería de la cocina. La decisión de qué pedir nos lleva de viaje, porque somos fans de la comida étnica, preferentemente la japonesa y la india.
Hace más o menos un mes, después de las vueltas en Palermo, me pasó de volver a casa con un hambre voraz. Mi apetito era de tal magnitud que estaba con ganas de ir a un tenedor libre. No importaba lo que tendríamos que pagar por cenar en este tipo de restaurante ya que mi hambre lo iba a amortizar con creces. Se lo propuse a mi familia y finalmente fuimos a un tenedor libre que queda en el barrio de Almagro. Disfrutamos de una amplia variedad de platos, desde mariscos y pescados hasta carnes rojas y ensaladas.
En estos días me puse a reflexionar acerca de la actualidad del mercado y me di cuenta de que los inversores están sintiéndose cómo yo aquel viernes en el tenedor libre. Hambrientos, con ganas de llevarse todo lo que sirven en los buffets bursátiles. Ya te explico por qué.
Mercado insaciable
La creciente tensión en las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China despertó los temores acerca de una posible recesión de la economía norteamericana después de más de diez años de crecimiento ininterrumpido.
Los últimos avances tecnológicos habían provisto un aumento de la productividad de la primera economía del mundo que, junto a la disminución de impuestos dispuesta por Trump, permitieron alargar la duración del actual ciclo de crecimiento.
Desde la asunción como presidente del magnate inmobiliario, se aceleró la inversión y la creación de trabajo en Estados Unidos, a tal punto que el desempleo alcanzó su menor nivel en 49 años. Al mismo tiempo, la inflación en el Gigante del Norte aceleró su ritmo desde los deprimidos niveles de 2015-2016 hasta alcanzar el 2% anual deseado por la Reserva Federal. Por miedo a que la economía norteamericana se sobrecaliente, la Fed llevó a cabo una serie de subas graduales de la tasa de referencia.
Las idas y vueltas de la Guerra Comercial transmitieron incertidumbre al seno de las empresas, muchas de las cuales temen una disminución de sus ganancias y postergan sus planes de inversión. En este contexto aumentaron las chances de que la economía de Estados Unidos entre en un período recesivo el año que viene. Si a eso le sumamos que las economías europeas y la japonesa no arrancan, el PBI mundial podría verse resentido.
La Reserva Federal y los bancos centrales europeo y de Japón “salieron al rescate”. Coordinaron transmitir mensajes al mercado acerca de que, por la debilidad de sus economías, van a relajar sus políticas monetarias bajando las tasas de interés, comprando títulos públicos y desparramando dinero por el mundo. Así buscan sostener el crecimiento económico global. Aunque aclaremos que su capacidad de impedirlo es muy limitada. De hecho, todo ciclo recesivo se inició, precisamente, con una baja de tasas.
La expectativa de dinero abundante y más barato indujo a pensar que habría más incentivos para que la población mundial lleve adelante sus planes de consumo e inversión, lo que permitiría contener las ganancias de las compañías, las recaudaciones de los gobiernos y el rollover de la deuda corporativa y soberana. Así disminuyó el riesgo de invertir en las Bolsas y se generó un rally en la mayoría de los activos cotizantes. Sobre todo después de las primeras señales que dio la Fed de cambio de rumbo en su política de tasas a fines del año pasado. Subieron acciones, bonos, commodities y monedas de países emergentes. Hasta las criptos resurgieron de las cenizas.
El índice S&P 500 trepó 28% desde los mínimos de Navidad y se ubica en récords históricos luego de cruzar los 3000 puntos.
En nuestras tierras, la Bolsa local nuevamente supera los USD 1000. El Riesgo País cayó más de 200 puntos y el dólar se mantiene calmo, ayudados por la desaceleración de la inflación y el tenue repunte de la economía argentina.
Por su parte, la onza troy de oro ya cotiza por arriba de los USD 1400, el mayor nivel en los últimos cinco años. Y el precio del petróleo ya está encima de los USD 60 y acumula un incremento de 33% desde los mínimos de diciembre.
La nota destacada la dieron las criptomonedas. Parecían liquidadas a fines del año pasado con la sucesión de trabas que les imponían los distintos gobiernos soberanos. Pero renacieron con subas espectaculares de la mano de la emblemática Bitcoin, cuyo precio ganó más del 250% desde los pisos de fines de 2018.
Apenas conocida la noticia de que los Bancos Centrales se preparan para efectuar nuevos estímulos monetarios, los inversores salieron a devorarse el mercado, como si hubieran pasado un largo período de ayuno. Compraron todo lo que tenían a su alcance. Y elevaron los precios sobre la expectativa de que se concrete lo que “prometían” los banqueros.
Con los mercados en máximos, podría verse una corrección luego de los anuncios de recortes de rendimientos de la Fed, el Banco Central Europeo y el Banco de Japón. Una caída mayor podría darse en caso de que no se concreten los tan ansiados estímulos. Las próximas semanas son clave: a estar atentos.
Hasta la semana que viene,
Bruno Perinelli
Bruno Perinelli es licenciado en Economía (UBA) y tiene un posgrado de especialización en mercado de capitales. Con 12 años de experiencia operando acciones, monedas, commodities, bonos y derivados, es el jefe de Trading de Inversor Global y ha estado a cargo de tres servicios de análisis de trading. Actualmente participa como analista de mercados de Cash Flow Semanal y Súper Acciones Millonarias, y publica regularmente consejos de inversión en Mercado en 5 minutos y El inversor diario.
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