Inversor Diario

Dinero parado, dinero perdido

Con una inflación que se sitúa de media en el 2% anual, nuestro dinero ahorrado vale cada año un 2% menos. Tener el dinero “parado”, si no estamos dispuestos a moverlo de la cuenta corriente, significa estar perdiendo dinero a efectos prácticos. Es por eso que, en el escenario macro económico actual, la inversión parece cada vez más una “obligación” que una opción.

Estimado lector,

La bajada estructural de los tipos de interés le ha quitado atractivo a los depósitos o la renta fija. Por ende, los problemas de deuda de países como España, por ejemplo, auguran un futuro bastante oscuro en cuanto a las pensiones y al crecimiento económico de las siguientes generaciones.

Es por eso que, una vez que acumulamos un cierto capital (y enfatizando siempre en la importancia de adquirir tanto conocimientos como hábitos financieros adecuados), tenemos que tener en cuenta que, con una inflación que se sitúa de media en el 2% anual, nuestro dinero ahorrado vale cada año un 2% menos. De ahí que tener el dinero “parado” es estar perdiendo dinero a efectos prácticos.

No es necesario ser experto en el tema para saber que la materia prima a la hora de invertir es el capital.

Sin embargo, es importante subrayar que, al momento de analizar la cantidad destinada a la inversión, es recomendable tener en cuenta lo que llamamos fondo de seguridad: una cantidad de dinero en efectivo que nos permita mantener nuestro estilo de vida de 3 a 6 meses, sin obtener ningún tipo de ingreso. A partir de ahí, todo dependerá del perfil de riesgo y del tiempo que cada quien le quiera destinar a gestionar sus ahorros.

Uno de los grandes responsables de que sea tan atractiva la inversión en bolsa es el interés compuesto. Esto significa que los beneficios obtenidos de operaciones anteriores nos ayudarán a generar más dinero, ya que el importe de nuestra cuenta es superior ahora.

Debemos entender que ahorrar es necesario, pero igual de importante es qué hacemos para que nuestro dinero no pierda valor en el tiempo. De ahí, la siguiente cuestión es la que probablemente más veces surge en la cabeza de todo inversor (y que es más difícil de responder): “¿en qué invierto mi dinero?”

Desde luego, hay una amplia gama de opciones y productos. Esto es un aspecto positivo, ya que supone una oportunidad de elegir lo que más se adapte a nuestras necesidades o nivel de riesgo tolerado; y, también, puede dificultar en cierta medida nuestra búsqueda, por el amplio abanico de posibilidades. Pero, por si se lo están preguntando, les adelanto algo: el producto perfecto no existe.

Aunque pueda sonar obvio, nunca está de más decirlo: no todas las empresas son una buena inversión. Por eso es necesario hacernos responsables de nuestro dinero, ya sea mediante la formación o el asesoramiento adecuado.

Esto nos lleva a la siguiente pregunta, ¿hay maneras sencillas de invertir con pocos conocimientos? Lo cierto es que sí… y a la vez no. ¿Por qué sí? Porque existen productos gestionados por profesionales o fondos que pueden dar retornos razonablemente aceptables. Y, ¿por qué no, entonces? Ocurre que, para hacer una adecuada selección, debemos tener conocimientos fundamentales, tanto macroeconómicos como técnicos.

Estilos de gestión
Al adentrarnos en el mundo de las inversiones, debemos tener en cuenta los dos principales tipos de gestión que podemos realizar:

– Gestión activa: consiste en la elección de activos de forma personal y su posterior sustitución, en función a su evolución en el tiempo.

– Gestión pasiva: en este método de inversión, se busca beneficiarse del TIC (interés compuesto en el tiempo). El inversor pasivo suele de forma estipulada hacer aportaciones periódicas al mismo activo, generalmente un índice (S&P 500 o MSCI World son dos de los más frecuentes, aunque algunos inversores usan carteras buscando una mayor diversificación), con una perspectiva de largo plazo.

Cada una de ellas tiene ventajas y desventajas.

La gestión pasiva permite manejar los tiempos de forma mucho más cómoda. Al realizar aportaciones periódicas a un índice a largo plazo que históricamente ha subido a lo largo del tiempo, independientemente de que el mercado corrija o suba, hace que no sea necesario estar pendiente de la evolución de los mercados.

Históricamente también, este estilo de inversión ha reportado una rentabilidad anualizada interesante: dependiendo del plazo de estudio y de la acumulación o no de dividendos, esta rentabilidad puede situarse entre un 7% y 9%. Un número para nada despreciable considerando que el tiempo de dedicación a los mercados y a su seguimiento es ínfimo.

Pero antes de pensar que la gestión pasiva es “el santo grial” de la inversión, permíteme mostrarte el siguiente gráfico.


Aquí se ve cómo, desde el 2007, la gestión pasiva simplemente ha generado un 1% de rentabilidad anualizada, debido a las fuertes caídas de 2008 y de 2020.

Es por eso que, a largo plazo, parece un tipo de inversión bastante segura y rentable cuando hablamos de renta variable. Pero esto implica también que, cuando el mercado baja fuertemente y nuestra cartera sufre duras pérdidas, simplemente debemos seguir con las aportaciones periódicas planteadas.

En otras palabras, nos vamos a beneficiar de las buenas rachas del mercado y de años de rentabilidades muy interesantes. Pero, además, deberemos aguantar todas y cada una de las fuertes caídas que la bolsa depare en el largo plazo.

Por lo tanto, antes de plantearnos este estilo de inversión, tenemos que tener en cuenta básicamente dos cuestiones: en primer lugar, si tenemos el estómago suficiente para aguantar caídas de este calibre; y, por otro lado, que entendemos claramente lo que significa el largo plazo, ya que hay rachas en las que el mercado puede estar varios años sin subir nada en términos reales.

En cuanto a la gestión activa, tenemos una mayor liquidez relativa, ya que este tipo de inversión puede ser a corto plazo (o al menos, una parte del capital). En la gestión activa disponemos de una mayor versatilidad, por el simple hecho de que la rotación de activos de nuestra cartera nos permite beneficiarnos de buenas oportunidades y nos permite gestionar mucho mejor el riesgo.

Las desventajas de este estilo de inversión pueden identificarse de forma sencilla y por oposición a la gestión pasiva de activos: quien opte por gestionar activamente su cartera, deberá imprimir a sus inversiones un mayor tiempo de dedicación. Y no solo eso, además deberá contar con un conocimiento mucho más avanzado para rentabilizar al máximo posible su capital.

Como suelo decir siempre, mi sugerencia para todo aquel que quiera iniciarse en este apasionante mundo de las inversiones es que, antes de hacerlo, piense bien:

• Cuál es su objetivo

• Cuánto tiempo le dedicará a sus inversiones

• Si está dispuesto a adquirir los conocimientos necesarios
Este análisis será clave a la hora de pensar y seleccionar luego el perfil de inversor que mejor encaje contigo.

Lo cierto es que, sea cual sea tu perfil de inversor, si no mueves tu dinero, perderá valor.

¡A invertir!

Alberto Chan

Para El Inversor Diario

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