Los inversores inteligentes se destacan por su habilidad para discernir el verdadero valor de las empresas, evitando trampas comunes. Un ejemplo ilustra cómo la sobrevaloración inicial puede llevar a pérdidas significativas. La clave: un análisis cualitativo profundo y una valoración conservador
En el ámbito financiero, donde los datos y las oportunidades fluctúan constantemente, se encuentra un grupo de inversores con una habilidad particular.
Estos son los analistas de mercado que descubren activos valiosos entre informes financieros y análisis de modelos de negocio.
Siguen una estrategia conocida como Value Investing, la cual identifica empresas que, según su criterio, poseen un valor intrínseco mayor al reflejado en sus precios actuales.
Sin embargo, en esta búsqueda de tesoros, se presentan riesgos.
Las inversiones que parecen prometedoras pueden desmoronarse al ser examinadas en profundidad.
Una trampa común es basarse en las apariencias, ya que una empresa que aparenta solidez puede tener problemas financieros subyacentes.
Otra trampa es subestimar los cambios, ya que empresas que alguna vez fueron líderes pueden enfrentar dificultades ante avances tecnológicos y transformaciones en el mercado.
Lo que distingue a estos inversores es su capacidad para identificar y evitar estas trampas.
Son conscientes de que una inversión atractiva puede no ser lo que parece y que una empresa puede estar al borde del fracaso a pesar de las apariencias.
Llevan a cabo un análisis minucioso de cada empresa antes de invertir, y van más allá de los números, investigando la historia de la empresa y anticipando posibles problemas futuros.
Para ellos, invertir no es una apuesta, sino una búsqueda meticulosa de tesoros en un mercado lleno de distracciones temporales.
Ahora, supongamos que estamos evaluando la compañía “XYZ”.
Las acciones de esta compañía cotizan a 200 dólares.
En este momento, la empresa genera un beneficio por acción de 5 dólares, lo que implica una cotización aproximada de 40 veces sus beneficios (200/5=40).
Los inversores son optimistas debido al crecimiento anual del 20% de sus beneficios.
Haciendo cálculos simples, se podría estimar que la compañía obtendría 6 dólares por acción el próximo año y 7,20 dólares por acción el segundo año.
Extrapolando el múltiplo de valoración a estas estimaciones, el inversor puede concluir que la compañía cotiza a 33 veces sus beneficios proyectados para los próximos doce meses (200/6=33) y a 28 veces los beneficios proyectados para los próximos 24 meses (200/7,20=27,7).
La industria cotiza a una relación de 35 veces los beneficios y el múltiplo de valoración histórico de esta compañía es de 40 veces beneficios.
Fuente: elaboración propia
Esto pareciera ser una buena oportunidad, dado que el precio a pagar era razonable.
No obstante, nadie puede asegurar que esta empresa continuará creciendo un 20% anual indefinidamente.
Hagamos un poco de futurología para profundizar y entender el concepto.
Supongamos que la compañía comienza a perder cuota de mercado debido a la aparición de nuevos competidores y la disminución de la demanda de sus servicios.
Los márgenes de beneficio disminuyen y la dirección no toma medidas adecuadas.
En el primer año (sep-24), en lugar de crecer un 20% como esperábamos, la compañía solo crece un 8%.
Si el precio de las acciones se mantiene constante, la relación Precio/Beneficios se incrementa a 37 (200/5,40=37).
En el segundo año (sep-25), la situación empeora y la compañía crece solo un 4%.
Además, el precio de las acciones aumenta de 200 a 225 dólares.
Así, la valoración de la compañía seguiría siendo de 40 veces beneficios (225/5,6=40).
Si bien estaríamos ganando dinero porque las acciones subieron de precio, es evidente que no pagamos un precio razonable como pensábamos porque la compañía sigue estando bastante cara.
En el tercer año (sep-26), la compañía informa un mal resultado y gana solo 4 dólares por acción (-29% interanual).
Las condiciones del mercado cambian, los inversores muestran cierto pesimismo y las acciones de esta compañía caen a 150 dólares (lo que representa una pérdida de más del 33% de su valor).
A pesar de la caída, muchos podrían considerar que ahora sí se trata de una gran oportunidad de compra, dado que 38 veces beneficios siguen estando por debajo de su valoración media histórica.
Sin embargo, un año después (sep-27), la compañía reporta un beneficio de 3 dólares por acción, un 25% menos que el mismo período del año anterior.
En términos de valoración, la compañía ahora cotiza a 50 veces beneficios (150/3=50).
¡Más cara que al principio!
Las acciones valen un 25% menos del precio que pagamos al inicio (150/200-1) y tenemos un negocio que genera un 40% menos de beneficios (3/5-1) y que experimenta un deterioro constante año tras año.
Este ejemplo, aunque sencillo, ilustra que estas trampas de valor ocurren con frecuencia en el mercado.
Es normal que te encuentres con este tipo de trampas a lo largo de tu vida como inversor y debes ser honesto contigo mismo: si te has equivocado, solo vende tus acciones y aprende de tus errores .
Como inversores inteligentes, concedamos prioridad al análisis cualitativo del negocio, no limitándonos únicamente a consideraciones numéricas.
Recordemos siempre, citando al mejor inversor de todos los tiempos, que es más acertado pagar un precio justo por un negocio excepcional que un precio excepcional por un negocio justo .
La valoración es importante, pero constituye la fase final del proceso de estudio de una compañía.
Además, a la hora de valorar una compañía, debes ser humilde y conservador en las estimaciones .
El margen de seguridad puede ser un buen aliado.
¡Esto es todo por hoy!
Diego Matianich es economista, con más de 15 años de trayectoria analizando la economía global y los mercados financieros. Tiene un posgrado en Value Investing y una especialización en Fusiones y Adquisiciones, propone inversiones capaces de ofrecer el equilibrio perfecto entre seguridad y rendimientos atractivos. Colabora con notas de opinión en periódicos especializados en Argentina y se desempeña como jefe de Research en Inversor Global, con la misión de sumar valor agregado a los distintos servicios de suscripción de la compañía
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