Con las herramientas adecuadas y un poco de conocimiento, cualquier persona puede aprovechar el poder del capitalismo para construir riqueza a largo plazo. Hoy exploraremos las ventajas del mercado accionario y te mostramos cómo convertirte en un “millonario común”.
Hace un tiempo que vengo hablando sobre cómo la mayoría de las personas perciben erróneamente el capitalismo.
Creen que se trata solo de egoísmo, codicia y explotación.
Sin embargo, esa caracterización no aguanta un minuto.
Sí, todos buscamos nuestro propio interés. Pero como empresario o emprendedor, nadie se hace rico pensando solo en sí mismo.
Lo que hacen es pensar en los deseos y necesidades de otras personas y preguntarse: ¿Cómo puedo ofrecer lo que quieren de una forma mejor, más rápida o más barata?
Esto se debe a que el sistema se basa en transacciones voluntarias.
Por eso siempre escuchas dos “gracias” al momento de pagar.
Tú das las gracias porque quieres recibir un bien o servicio determinado más que quedarte con tu dinero. Los comerciantes dan las gracias porque quieren hacerse del dinero más que quedarse con su producto o servicio.
Es simple: el capitalismo te promete que puedas tener todo lo que quieras si simplemente proporcionas a suficientes personas lo que a s vez ellas quieren.
Por supuesto que si no quieres trabajar para una empresa, venderle a una empresa, comprarle a una empresa o ser dueño de sus acciones, no tienes que hacerlo.
Y si lo has estado haciendo y no estás satisfecho, siempre eres libre de llevar adelante un cambio.
¿Dónde está la explotación en eso?
Los anticapitalistas insisten en que las empresas cobran tanto como pueden y que hacen lo mínimo posible por sus clientes, proveedores y empleados.
Pero las buenas empresas no lo hacen.
Las empresas enfocadas únicamente en las ganancias a corto plazo no duran mucho. Si reduces la calidad, tus clientes te abandonarán.
Si negocias con tus proveedores con demasiada dureza, no harán negocios contigo.
Si subvaloras a tus empleados, se irán a otro lugar.
Lo mejor que pueden hacer los dueños de negocios es asegurarse de que todas las partes interesadas (empleados, proveedores, clientes y comunidades) estén satisfechas.
Pero acá vamos con un dato clave…
Las empresas están dirigidas por seres humanos falibles.
A veces cometen errores, incumplen contratos, toman decisiones equivocadas, perjudican a las personas o dañan el medio ambiente.
Y quienes hacen esas coas deben ser castigados. Pero eso no hace que el capitalismo esté mal, como tampoco la democracia está mal cada vez que un político se equivoca.
En el caso de Estados Unidos, la mayoría de los estadounidenses ricos construyeron sus riquezas no por herencia o especulación inmobiliaria, sino por ser dueños de negocios rentables.
Por supuesto, la mayoría de nosotros no tenemos el tiempo, el dinero o la experiencia necesarios para iniciar y administrar nuestros propios negocios.
Sin embargo, de todos modos podemos ser dueños de una parte de uno, o hasta de una cartera completa de negocios, a través de la quintaesencia del capitalismo: el mercado de acciones.
Con incluso una cantidad modesta de dinero, cualquier individuo puede acumular una participación en muchos de los grandes negocios del mundo.
Y es fácil. Un clic y estás dentro. Otro clic y estás fuera.
(Compara eso con el típico cierre de una transacción inmobiliaria).
Y ser dueño de una parte de una empresa es mucho más simple que dirigir una.
No tienes que firmar garantías personales, contratar o despedir empleados, lidiar con una avalancha de mandatos y regulaciones estatales, pagar a abogados y contadores, ni siquiera presentarte a trabajar.
¿No te parece fantástico?
Algunas personas hoy en día se obsesionan con el tema de la equidad. Sin embargo, el mercado accionario también se destaca en este aspecto.
Si tienes acciones de Tesla (Nasdaq: TSLA) o Microsoft (Nasdaq: MSFT), por ejemplo, tu ganancia durante el próximo año será igual a la de alguno de los hombres más ricos del mundo: Elon Musk y Bill Gates.
Claro, puede que ellos tengan algunas acciones más que tú, pero tus rendimientos porcentuales serán los mismos.
Estamos viviendo una verdadera era dorada para los inversores.
Hace treinta y cinco años, yo escribía informes de investigación para un bróker internacional.
Esto generalmente requería múltiples llamadas telefónicas a bancos de inversión y casas de bolsa donde persuadía, engatusaba, suplicaba (ok, rogaba) a otros analistas para que me enviaran lo que necesitaba.
Cuando la información llegaba, por lo general días después, requería de llamadas de seguimiento para actualizar los datos.
Internet cambió todo eso.
La investigación que alguna vez requirió de estar horas en una biblioteca o días examinando informes, hoy se hace en minutos.
Se puede acceder instantáneamente a la información y las ideas dispersas u ocultas en todo el mundo.
Además, a menudo es gratis y se encuentra fácilmente disponible para cualquiera que se tome el tiempo de aprender dónde buscar.
Antes uno tenía que buscar los precios de las acciones en la sección de negocios del diario.
(¿Cuándo fue la última vez que viste a alguien hacer eso?)
O uno podía llamar a su corredor, quedar en espera y, finalmente, obtener una cotización que, para cuando la recibía, ya no era actual.
Después de obtener la cotización, uno podía cerrar la operación con su corredor, quien luego te ponía en espera nuevamente mientras la anotaba y la llevaba a su mesa de operaciones.
En esos días, a veces una orden de mercado era un verdadero juego de azar.
Hoy uno no lo piensa dos veces antes de obtener una cotización en tiempo real, realizar una operación con un clic del mouse y obtener una confirmación casi instantánea.
Los costos solían ser exponencialmente más altos también. Los corredores vendían rutinariamente fondos mutuos con cargas iniciales de hasta 8,5%.
Sí, 8,5% de comisión.
Y antes del 1 de mayo de 1975, las comisiones de los brokers también se fijaban en niveles altos.
La desregulación y el debut de Charles Schwab cambiaron eso.
Los márgenes son mucho menores hoy también. Cuando comencé en el negocio de la gestión de dinero hace casi 40 años, una acción grande podía tener un spread de un octavo de punto y una pequeña de un cuarto de punto.
Súmale una comisión del dos o tres por ciento y ya estabas un cinco por ciento abajo para cuando recibías la confirmación de tu operación.
Hoy la liquidez es mucho mayor y los spreads de oferta y demanda a menudo son de un centavo.
En resumen, tus opciones de inversión nunca han sido mayores. La información nunca ha estado más ampliamente disponible. Monitorear tu cartera nunca ha sido más simple. Los spreads nunca han sido menores. Las ejecuciones nunca han sido más rápidas. Y las comisiones son cero.
Sin embargo, a menudo escucho a personas con poca o ninguna experiencia en el mercado de valores quejándose de que “el pequeño inversionista no tiene oportunidad”.
No es cierto.
Tienes todas las herramientas que necesitas. Pero es posible que aún necesites el conocimiento esencial para aprovecharlas.
Por todo esto, en mi próxima columna te revelaré exactamente lo que debes saber para convertirte en un “millonario común”.
Buenas inversiones.
Alex Green es uno de los asesores financieros e inversores más reconocidos en Wall Street. Por 16 años fue una figura clave en algunas de las instituciones financieras más importantes de Nueva York. A los 43 años se retiró para dedicarse a su verdadera pasión: transmitir sus conocimientos y estrategias a lectores de todo el mundo. Es editor de MicroCap Trader en Inversor Global.
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