Hace un tiempo, el Oxford Club de Estados Unidos -para quienes investigo y escribo desde hace dos décadas- organizó una expedición reveladora de dos semanas al sudeste asiático, recorriendo Laos, Camboya y Vietnam. Vimos, experimentamos y comimos muchísimo.
Durante el viaje también conectamos con una de las grandes filosofías orientales del mundo, una que sigue resonando con millones de personas, sin importar su origen o creencias: el budismo.
El budismo, por supuesto, es una de las religiones más antiguas del mundo, con raíces que se remontan a la India del siglo VI a.C. La vida del Buda —cuyo nombre significa literalmente “despierto”— no está documentada con precisión histórica. Pero según la tradición, se trató de un hombre común llamado Siddhartha Gautama que alcanzó la iluminación y enseñó a otros cómo escapar del sufrimiento que acompaña a toda vida humana.
Sostenía que la felicidad y la paz mental se nos escapan debido a nuestros apegos y deseos: por estatus, lujos, reputación, bienes materiales y satisfacciones temporales.
Enseñó que esos anhelos podían superarse siguiendo el Noble Sendero Óctuple:
Además de ser la religión predominante en el sudeste asiático, el budismo está creciendo rápidamente en Occidente. En parte, esto se debe a su carácter marcadamente ecuménico. Cuando el Dalái Lama visitó la zona de Charlottesville, Virginia, hace algunos años, enfatizó que no importa si uno es budista.
Lo que importa es mostrar bondad y compasión.
Este sentimiento está en el núcleo de muchas religiones importantes, claro. Pero aun así, es difícil imaginar a otros líderes religiosos diciendo que lo que uno cree no importa. Solo importa cómo uno se comporta.
El budismo resuena con muchos en nuestra cultura cada vez más secular. No hace conjeturas sobre la naturaleza de la divinidad ni sobre el origen del universo. Por eso algunos no lo consideran una religión o una filosofía, sino más bien “una ciencia de la mente”.
Las enseñanzas del Buda tienden a atraer tanto a creyentes de distintas religiones como a quienes no adhieren a ninguna:
Las enseñanzas budistas han influenciado a millones, no solo en Oriente sino también entre los grandes pensadores de Occidente, incluidos los trascendentalistas Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau, el psicólogo William James y —ese viejo pesimista— el filósofo alemán Arthur Schopenhauer.
El Buda alentaba a sus seguidores a desarrollar perspectiva a través de la meditación y la empatía. ¿Su objetivo? Despertarnos de nuestro letargo, hacernos conscientes de la impermanencia de todas las cosas y de la importancia de aliviar el sufrimiento ajeno.
Se dice que su integridad y claridad tenían un impacto profundo en quienes lo conocían. Según el Canon Pali, que data del año 29 a.C…
Cuando el Buda comenzó a recorrer la India poco después de alcanzar la iluminación, varios hombres lo vieron y reconocieron que era un ser extraordinario.
Le preguntaron:
—¿Eres un dios?
—No —respondió.
—¿Eres una reencarnación de un dios?
—No.
—¿Eres un mago, entonces?
—No —dijo de nuevo.
—Entonces, ¿qué eres?
El Buda sonrió.
—Estoy despierto.
Alex Green
Para Zoom de Mercado
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