En Estados Unidos crece la idea de que la solución a los problemas es recibir “cosas gratis”: salud, educación, pensiones. Dos tercios de los demócratas ya prefieren el socialismo antes que el capitalismo. Pero la historia demuestra que lo “gratis” siempre lo paga alguien, y casi nunca con buenos resultados. ¿Qué se necesita, entonces, para alcanzar los sueños?
Una encuesta reciente del Wall Street Journal junto a NORC mostró un dato alarmante: el 70% de los estadounidenses ya no cree que trabajar duro sea suficiente para salir adelante.
La proporción de quienes piensan que tienen una buena posibilidad de mejorar su nivel de vida cayó a 25%, el registro más bajo desde que se realizan estas encuestas en 1987.
Este pesimismo no es nuevo, pero sí preocupante. Y es tan profundo que incluso me motivó a escribir un libro sobre el tema: El sueño americano: por qué sigue vivo… y cómo alcanzarlo (The American Dream: Why It’s Still Alive… and How to Achieve It).
En el proceso de investigación, hablé con decenas de personas que ya no creen en el “sueño americano”.
La mayoría siente que está atrapada: con ingresos bajos, cuentas cada vez más altas y deudas gigantes de préstamos estudiantiles y tarjetas de crédito.
Aclaro: soy analista de inversiones, no un consejero financiero.
Hoy en día, gran parte de esa información básica está disponible en línea e incluso a través de la inteligencia artificial. Y es gratis.
Sin embargo, casi ninguno de los pesimistas con los que hablé usaba esos recursos. ¿Por qué?
Porque habían perdido por completo el sentido de responsabilidad personal.
El sistema educativo, los medios de comunicación tradicionales y un partido político en particular les repiten una y otra vez que son víctimas de fuerzas sociales enormes, imposibles de vencer.
“El sistema económico está manipulado. La gente común no tiene oportunidad. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.”
Nada de eso es cierto. Pero millones de estadounidenses han comprado esa narrativa: que uno solo puede ser opresor u oprimido… y que no hay nada que hacer para cambiarlo.
Esa creencia es profundamente paralizante.
Porque si trabajar, ahorrar e invertir no te va a permitir alcanzar tus metas, ¿para qué intentarlo?
Esta mentalidad quedó clara en una encuesta de Gallup publicada esta semana: apenas el 54% de los estadounidenses sigue apoyando al capitalismo.
(El capitalismo, en esencia, te promete que puedes obtener lo que quieras, siempre y cuando brindes a los demás lo que ellos quieren).
En los últimos años, el respaldo a la libre empresa ha caído de forma constante, mientras que crece el apoyo al socialismo.
Solo el 42% de los demócratas dice apoyar al capitalismo, mientras que el 66% prefiere el socialismo.
Y aquí no hay influencia de Donald Trump ni de Fox News. Es Gallup mostrando lo que dos tercios de los votantes demócratas afirman.
Sin embargo, nunca ha existido una economía socialista que haya creado libertad y prosperidad para sus ciudadanos.
Todas han terminado en fracasos económicos severos y crisis humanitarias.
La historia demuestra que, cuando un gobierno quita a sus ciudadanos sus libertades económicas, lo que sigue son revueltas. Y cuando ese mismo gobierno responde quitando también las libertades políticas, el resultado es la autocracia… y la miseria.
Hoy solo quedan unos pocos países con un sistema realmente socialista, como Cuba, Venezuela o Corea del Norte.
Incluso el salto en el nivel de vida que dio China en las últimas décadas se debió únicamente a las reformas de mercado que introdujo. (El propio gobierno las llama “socialismo con características chinas”).
Algunos demócratas responden que lo que ellos quieren es un “socialismo estilo escandinavo”.
Pero países como Noruega, Suecia, Finlandia o Dinamarca no son socialistas, porque allí no hay propiedad estatal de los medios de producción.
Son países capitalistas con amplios programas de bienestar social.
Y si miramos su historia, construyeron su prosperidad inicial gracias al capitalismo.
Cuando experimentaron con el socialismo en los años 80 y 90, sufrieron estancamiento económico, fuga de capitales y caída en el nivel de vida.
Por eso, más tarde, volvieron a aplicar reformas de mercado.
Lo que muchos autodenominados socialistas en Estados Unidos buscan, en realidad, son “cosas gratis”: salud gratuita, universidad gratuita, pensiones gratuitas y hasta transporte gratuito.
El único problema es que en el mundo real, “gratis” significa que alguien más lo paga.
“Claro, lo paga el gobierno”, responden.
Pero el detalle es que los gobiernos no tienen dinero propio: solo cuentan con lo que recaudan, de manera forzada, a través de sus ciudadanos.
De allí la célebre frase de Margaret Thatcher: “El problema del socialismo es que, tarde o temprano, se acaba el dinero de los demás.”
Entonces, si el socialismo no es la respuesta, ¿qué lo es?
¿Qué se necesita para que el ciudadano promedio pueda alcanzar sus sueños?
En el próximo newsletter te hablaré de eso.
¡Hasta entonces!
Alex Green
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