Me reconozco como un seguidor de los realities de supervivencia que transmite Discovery Channel.
Por si no estás familiarizad@ con estos programas de televisión, te cuento que involucran a un grupo de personas que son aisladas en una isla desierta de clima tropical o en medio de la selva.
Los participantes deben ingeniárselas y organizarse para conseguir agua y comida, construir refugios, hacer fuego y hasta elaborar su propia ropa con pocas herramientas disponibles (en algunos casos, ninguna), solo lo que encuentran en el sitio de aislamiento. Además, deben acordar y respetar ciertas reglas de convivencia, muchas de las cuales se rompen en medio de situaciones críticas, como la escasez de comida.
Las situaciones conflictivas dividen a las personas. Se forman distintos bandos, en cada uno de los cuales podemos distinguir diferentes tipos de personalidades. Están los líderes autoritarios y los democráticos, así como los seguidores fieles y los colaborativos independientes. Como en El señor de las Moscas, de William Golding, el escenario crítico de supervivencia induce a que en las personas aflore el egoísmo, las miserias y las traiciones.
Algunas personas saben sobrellevar mejor que otras estas situaciones críticas. Generalmente aquellos que resisten no solo cuentan con fortaleza física y las capacidades para resolver problemas, sino también con la fuerza mental para soportar la hostilidad del entorno. En los shows se ven personas bien preparadas físicamente que abandonan porque se desesperan ante la escasez de comida, las frías noches, la invasión de insectos y la amenaza siempre latente del ataque de un depredador.
Los supervivientes financieros
Así como hay personas con capacidades para sobrellevar mejor los ambientes hostiles, también hay activos que, por su naturaleza, están mejor “diseñados” para combatir las crisis.
Cuando te hablo de estos activos protectores no me estoy refiriendo solamente al oro ni a los bonos, también me remito a cierto grupo de acciones que soportan mejor las inclemencias del ciclo económico.
Probablemente en el último tiempo oíste hablar del término beta. O de que Argentina es particularmente un país high beta. Es un término que se emplea para transmitir la reacción de ciertos activos a los acontecimientos positivos tanto como a los negativos. Suele decirse que nuestro país es high beta porque tanto los bonos como las acciones presentan movimientos bruscos ante los hechos económica y políticamente determinantes. Un evento considerado positivo por el mercado suele disparar el precio de los papeles argentinos, mientras que uno negativo los derrite.
Si estamos frente a un escenario adverso o de crisis, vamos a querer proteger nuestro capital bajando el beta o la exposición de nuestra cartera, para que los presuntos eventos negativos no lo golpeen de lleno.
Podemos reducir la porción de acciones y bonos de caja calificación e incrementar la de oro y títulos públicos de países de desarrollados. También podemos liquidar las acciones de empresas con ganancias procíclicas y reasignar este capital a la compra de acciones de compañías que producen bienes esenciales o son distribuidoras de servicios públicos. Es decir, vendemos acciones de firmas que producen televisores, electrodomésticos y autos para adquirir aquellas que son proveedoras de gas o electricidad o fabrican alimentos, bebidas, ropa o productos de higiene personal.
Las acciones que pasamos a comprar tienen betas bajos porque presentan poca volatilidad respecto del mercado. Si el mercado sube, los precios de estos papeles aumentan en una menor proporción. En cambio, si el mercado cae, la caída de sus cotizaciones es menor al promedio. Si aumentan las chances de que se produzca una caída en la actividad económica y, por ende, en las ganancias de las compañías, nos conviene salir de las posiciones en acciones a las cuales las golpearía más la recesión para pasarse a aquellas menos cíclicas.
ETF con mayor y menor exposición
El S&P 500 es un índice diversificado que refleja los precios de las acciones de las 500 empresas con mayor capitalización bursátil de EE. UU. Se divide en 11 índices sectoriales, 24 grupos industriales, 67 industrias y 156 subindustrias.
Entre los 11 sectores encontramos el financiero, el tecnológico, el de cuidados para la salud, el industrial, el de materiales, el de telecomunicaciones, el inmobiliario, el energético, el de servicios públicos y los dos que reúnen las empresas que producen bienes de consumo esencial y consumo dependiente del ingreso.
Cada uno de los sectores cotiza en la Bolsa de Nueva York a través de su ETF. Si queremos reducir nuestro Ñ de la cartera, vamos a querer vender el ETF que nuclea las compañías que fabrican bienes de demanda cíclica o de consumo atado a la situación económica de los consumidores (Consumer discretionary, cuyo ticker es XLY: NYSE) para pasarnos al ETF integrado por firmas que elaboran bienes necesarios (Consumer Staples, XLP: NYSE). También podemos incluir el ETF de los proveedores de servicios públicos, menos sujetos a las variaciones del ciclo económico.
Vuelve el fantasma de la recesión
Después de los picos del año pasado, la economía de los Estados Unidos está desacelerándose. Tanto Trump como la Reserva Federal lo saben y están tomando cartas en el asunto. Se presume que la Fed bajará la tasa de referencia buscando que la desaceleración se transforme en una recesión.
En el mismo sentido, China también está creciendo menos. De hecho, en los últimos meses vienen reduciéndose las proyecciones de expansión de su PBI.
Al mismo tiempo, en la mayor parte del mundo los bancos centrales están disminuyendo las tasas de interés para impulsar sus respectivas economías.
Todo esto nos indica un temor generalizado y en aumento a una recesión global. Ante este panorama, tendríamos que ir pensando en proteger nuestro capital y reducir el beta de nuestras carteras.
Hasta la semana que viene,
Bruno Perinelli
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