Inversor Diario

¿Hacia dónde vamos realmente?

Mucho se habla en los medios audiovisuales sobre temas económicos, políticos y financieros. Pero cuando llega el momento de respondernos la simple pregunta de “¿hacia dónde estamos yendo realmente?”, creo poca gente tiene un panorama claro y realista.

Es que la confusión es demasiado grande. Básicamente, al escenario electoral dividido se le suma la nebulosa económica y el irrealismo crónico que los medios transmiten.

Con ese panorama en mente, es virtualmente imposible construyamos un mapa mental claro y preciso. Sobre todo si no tenemos las herramientas o el tiempo como para hacerlo por fuera de todo este ruido blanco que nos bombardea a diario.

En esta nota vamos a intentar construir el espectro real de posibilidades que tenemos enfrente, más allá de la coyuntura de los próximos 3 o 4 meses signados por el miope panorama electoral en el que estamos inmersos, a fin de poder al menos planificar un poco mejor y que lo que venga no nos agarre totalmente desprevenidos. Algo que probablemente le ocurrió a mucha gente en 2018…

¿Qué pasará con la presión tributaria?

Mi tesis desde finales de 2015 es que no íbamos a crecer. O sea, que íbamos a tener al menos una década perdida (2012-2021). El mérito es que esto fue dicho de manera previa y luego durante el optimismo de la “era Macri”, cuando el 80% del electorado asumió que creceríamos a una tasa de al menos el 3% anual y de manera permanente.

El tiempo me ha dado la razón. 

De manera esperable, Argentina no solo no creció desde entonces, sino que incluso ha decrecido. Como te comenté en esta misma columna hace 2 semanas, mientras países como Paraguay y Perú supieron crecer más de 30% desde 2011 (en términos acumulados), Argentina cayó un 2%.

La pregunta que cabe hacerse, con todo esto en mente, es la siguiente:

¿Qué nos espera para 2020 en adelante? ¿Podremos retomar la senda de crecimiento?

Mi respuesta es clara: Lamentablemente, no creo sea posible.

Los motivos son igual o más claros todavía.

Básicamente, ignorando por completo el contexto externo, la presión tributaria de Argentina ya está en niveles confiscatorios. No voy a ahondar en esto, pero técnicamente se ha vuelto un gran predictor sobre la capacidad de crecimiento del país.

De hecho, resulta tan obvio, que hasta el propio Mauricio Macri ha declarado que “si no bajamos los impuestos, va a ser difícil que las empresas puedan generar empleo”.

Como consecuencia de esto, si pretendemos inferir qué nos espera en materia de crecimiento económico para el próximo lustro, sugiero, además de revisar todos los indicadores económicos pertinentes, mirar con especial atención lo que ocurrirá con la presión tributaria.

En cuanto al diagnóstico sobre dónde estamos parados en ese aspecto, lo cierto es que, dependiendo de la medición que se tome, la presión tributaria de 2019 resulta levemente inferior o similar a la de 2015. O sea, a pesar del fuerte recorte del gasto público, sobre todo entre 2016 y 2017, Macri terminaría su mandato con un nivel de presión tributaria que no resulta mucho mejor que el que recibió. Según los números oficiales, la presión tributaria habría bajado 2,6 puntos del PIB en dicho período. 

El asunto es que lo que queremos saber es qué pasará hacia adelante. Y para eso, obviamente, no hay números oficiales. Pero sí podemos ver algunas señales claras en relación a lo que vendría según el candidato que más chances tiene para hacerse del Sillón de Rivadavia, que por ahora sería Macri.

Las últimas medidas más relevantes vinculadas a esto que recuerdo fueron:

  1. Suba de tasa estadística a las importaciones de 0,5% a 2,5%, luego de 20 años.
  2. Suba –de facto– de impuestos a las exportaciones (baja en los reintegros).
  3. Aplicación del impuesto a la renta financiera.
  4. También, ya se sabe que el Impuesto a los Bienes Personales tendría un alza estipulada para 2020.
  5. Por motivos electorales, el aumento en el gravamen a las naftas fue dilatado, pero entraría en vigencia después de las elecciones.
  6. Por otro lado, la tabla de alícuotas del Impuestos a las Ganancias ha sido tremendamente subindexada el último año, recordemos que estamos en un entorno donde la inflación está superando el 55% anual. Eso es, lisa y llanamente, un impuesto inflacionario con esteroides que incluso seguiría subindexándose en los próximos años.
  7. Interrupción en la baja en las retenciones al campo.

Como se puede observar, las últímas medidas más relevantes fueron para mantener y/o incrementar la presión tributaria. Eso ha sido un cambio drástico en la comparación con lo acontecido años atrás.

Y resulta absolutamente relevante, dado que si tuviéramos que tomar una base para inferir el rumbo de un macrismo en materia tributaria de 2020 en adelante, 2019 sería la muestra correcta. Como vemos, no tuvimos señales claras de que los impuestos que pagamos vayan a reducirse sustancialmente sino más bien, todo lo contrario.

Veredicto: la presión tributaria no bajaría sustancialmente en 2020/2021. 

Resultado: el crecimiento económico será raquítico, en el mejor escenario.


Es que la presión tributaria inhibe el crecimiento incluso aunque estemos en la fase de rebote económico. El rebote de la recesión 2018-2019 resultará insuficiente, y no-sostenible.

Zoom-out

Como resultado de esto y de la expectativa de crecimiento para 2020 (el FMI la sitúa en 1,1%), el año próximo cerraríamos con un PIB per cápita similar al de 2007.

Y esto no es lo peor. Lo peor es que creo que 2021 será un año mediocre, en el mejor de los casos.

Pensemos que vendremos de un 2020 complicado, con un primer semestre con una nueva ola de tarifazos, un stock de LELIQ y tasas todavía altas, y un panorama financiero complicado. Sobre ese entorno, difícilmente Argentina pueda crecer más de un 1% en dicho año.

Con todo, en 2021 –si no ocurre nada raro– estaremos también complicados: sin crecimiento, con una presión tributaria elevadísima y con intereses creciendo rápidamente. El panorama financiero, queda claro, resulta explosivo, al tiempo que los salarios reales seguirían estancados, en el mejor de los casos, y llegaríamos al desempleo con dos dígitos. Algo debe quedar claro a esta altura: sin crecimiento no hay panorama fiscal-financiero que aguante, y para ese entonces esto va a ser totalmente obvio.

Así, lo que podemos ver es que el mejor escenario es de mediocridad, ya que en 2021 a lo máximo que podríamos aspirar es a tener un PIB per cápita similar al de 2007, con todo lo que eso implica.

Como consecuencia, tendremos lo que en algún momento adelanté: una década y media perdida, algo inédito en la historia argentina. 

Sí, entendiste bien: estamos en medio del período más decadente de la historia argentina en términos de crecimiento económico.

De esta manera, queda claro que para cambiar esta muy mediocre realidad tenemos que modificar cuestiones profundas. Ya no hay gradualismo posible, si pretendemos eso ocurra.

Es que cada año que dilatemos las “reformas profundas” que necesitamos es un año que habremos perdido; un año de rezago frente al resto del mundo.

El tiempo no espera por nadie. Por nosotros, menos.

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