Claves analizar este fenómeno a través de la historia.
Periódicamente leemos y escuchamos en los medios de comunicación hablar de la emisión monetaria e inflación en el país. Esta cuestión financiera es clave en la economía de los países y de la relación entre los mismos a nivel global pero, ¿Qué significa?
Para ello, primero es necesario entender qué es la base monetaria de la que dispone un Estado. Está constituida por la suma total del dinero legal en manos de las personas -billetes y monedas- y las reservas acumuladas en los bancos, que a la vez son el dinero que manejan éstas entidades más los depósitos que le realicen al Banco Central, que funciona como un “Banco de bancos”.
El BCRA es el responsable del control y circulación del dinero, así como también de la oferta monetaria, que en específico refiere a la suma del dinero legal que posee el público más los depósitos en los bancos comerciales.
Según Wikipedia, la emisión monetaria es el dinero emitido por el Banco Central a través de la impresión de billetes y creación de moneda. Pero dicha emisión está determinada por el tipo de interacciones que se generen entre la entidad, los bancos comerciales y las personas. Dependerá de “las costumbres de las personas, el coste de mantener el efectivo, la facilidad para adquirirlo y del número de cajeros automáticos”.
Teniendo en cuenta esta información, ¿Qué relación existe entre la inflación y la emisión de moneda? ¿Por qué se suele unir a estos conceptos? “La emisión genera inflación” es una frase muy popularizada, casi tomada como una verdad universal, que puede escucharse en cualquier charla al pasar.
A través de ciertos discursos económicos se ha logrado instalar una noción de la economía como un mundo “práctico” regido por reglas al parecer inquebrantables. Esta idea se reforzó al unir determinada postura económica con lo que las “personas comunes” opinan que debería hacerse, como si fuese una cuestión del tan nombrado “sentido común”.
Considerar a la economía como un mundo rígido es por lo menos, tener una aproximación un tanto ingenua al mismo. Pero por esto no hay que culpar a las personas de a pie que buscan formar una opinión sobre el tema. Más bien, cabría preguntarse por qué esos discursos siguen siendo intocables, cuando ni sus más grandes defensores respetan del todo sus propias reglas.
Esta “practicidad” económica está basada en el libre mercado y su autoregulación, donde la participación que debe tener el Estado es la mínima posible, permitiendo que las empresas compitan y así generen un círculo virtuoso de productividad, multiplicación del empleo y consumo.
Pero la realidad no siempre -más bien, casi nunca- nos habla de escenarios en donde las decisiones se toman con pleno empleo, competencia leal y justa entre compañías, producción abundante y altos niveles de consumo. ¿Es lógico creer, entonces, que las fórmulas tendrán los mismos resultados en situaciones drásticamente distintas?
En el contexto de la pandemia global por el Coronavirus, el ejemplo de EEUU con su emisión monetaria y las políticas de contención que tomó frente a la crisis ejemplifica claramente cómo el discurso puede ser uno, pero la acción otra. Además, pone en jaque la incuestionabilidad de “más emisión, más inflación”, si consideramos que el país norteamericano es un fuerte defensor de ésta noción.
Frente a una de las mayores tasas de desempleo registradas desde la Gran Depresión, el congreso estadounidense lanzó un programa de “Protección de Ingresos” que poco hizo por las familias. Al ser distribuido a través de las entidades financieras, los bancos optaron por destinar los fondos a sus clientes selectos: hablamos de que $243.3 millones de los $350 millones aprobados, terminaron en manos de grandes empresas de acciones.
Pero no se está hablando de inflación ni mucho menos, evidenciando que cuando se produce moneda para el ámbito financiero la intervención del Estado es correcta, pero si tiene como destino las PyMES y las familias, es una medida que arrastra al país a la debacle financiera.
Si lo trasladamos al país, la emisión monetaria argentina de abril del 2020, produjo un descenso en la inflación, la medida más baja en los últimos 31 meses. Esto se debe a que los factores tenidos en cuenta -emisión, circulación y consumo- fueron leídos desde una perspectiva dinámica y no como valores estáticos dentro de la ecuación.
Por supuesto, si analizamos el histórico de la emisión monetaria argentina encontraríamos casos donde el resultado fue otro. El ejemplo más concreto sin dudas es la hiperinflación durante el gobierno de Alfonsín. Los gráficos de la emisión monetaria argentina, con sus notables diferencias, sirven para dar por tierra el postulado que sostiene que emitir siempre termina en inflación.
La emisión monetaria argentina durante el 2020 sin dudas será un tema profundamente debatido en los grandes medios de comunicación, y cada quién tendrá la oportunidad de sacar sus conclusiones, ya sea para reafirmar posturas tendientes al liberalismo o para opinar desde otras alternativas.
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