Sin modificar cuestiones de fondo, bajar la tasa nos lleva a un estallido inflacionario.
Con la campaña electoral llegando a la recta final de su primera etapa (en 15 días tenemos elecciones Primarias), los candidatos se pelean por aparecer en los medios e instalar temas que atraigan la atención.
Así fue que, al mejor estilo militante del Frente de Izquierda, Alberto Fernández le dijo a Roberto Navarro que para pagar un aumento del 20% de las jubilaciones, iba a dejar de pagar los intereses de las Leliq.
En concreto, la pregunta de Navarro fue: “¿De dónde va a sacar los cientos de millones para subir las jubilaciones?”. Inmediatamente, Alberto respondió: “Vamos a dejar de pagar los intereses de las Leliq que está pagando la Argentina todos los días” (el momento exacto es el minuto 28:11 de esta entrevista).
Las declaraciones fueron propias de un militante del Partido Obrero, pero técnicamente peor fundamentadas. Es que por lo menos en el PO sugieren que se use la plata que el Tesoro (Dujovne) le gira al FMI en concepto de repago de deudas para dársela “al pueblo”. Para el neo-kirchnerismo del señor Fernández, lo que debería usarse es el dinero del BCRA (Sandleris), casi un imposible técnico.
Ahora bien, más tarde muchos salieron a aclarar y dijeron que, en realidad, lo que Alberto quiso decir fue que se iban a pagar menos intereses de Leliq porque éste obligaría al Banco Central a bajar la tasa de interés de referencia.
He aquí donde está el verdadero meollo del asunto. Es que para los economistas del kirchnerismo, la tasa de interés es la clave de todo progreso económico y social.
Tanto es así que el plan económico del Frente de Todos podría resumirse en esta secuencia de 5 pasos:
Lamentablemente, este razonamiento es totalmente ingenuo y descabellado.
Si todo fuera tan fácil como bajar la tasa, solo se explicaría con maldad y odio que alguien no hubiera intentado hacer esto antes. Lamentablemente, muchos sí lo intentaron y sumieron a sus países en crisis monetarias e hiperinflaciones.
El problema es no entender la naturaleza del interés.
Para ello, remontémonos a lo que ocurre en una economía sin dinero.
¿Es posible que allí haya interés? La respuesta es afirmativa.
Supongamos que José tiene dos manzanas que no va a consumir en lo inmediato. María, su vecina, necesitaría hoy esas manzanas, ya que quiere utilizarlas para hacer un budín. En este contexto, es posible que José le preste a María las dos manzanas a cambio de que se las devuelva más adelante.
Ahora dado que José está sacrificando la posibilidad de usar dichas manzanas en el momento que quiera, María seguramente le ofrezca, a cambio del préstamo, devolverle más manzanas en el futuro.
Así, por ejemplo, podría ocurrir que, a cambio de las dos manzanas hoy, María le devuelva en el futuro dos manzanas y media.
Como se observa, en una economía de trueque, también hay una tasa de interés, que en este caso sería del 25%. Te presto un capital inicial de 2, me devolvés un capital final de 2 y medio.
Sabiendo que existe, en una economía sin dinero y sin Banco Central, una tasa de interés, pasemos ahora a analizar de qué tres cosas depende dicha tasa.
En primer lugar, depende de la preferencia temporal de José. Si José prefiere consumir antes en el tiempo las manzanas, entonces será mucho más difícil que decida prestarlas. Ahora bien, si prefiere consumirlas “más adelante”, entonces las tendrá disponibles para dárselas a María.
Un segundo factor que influye es el riesgo del préstamo. Por ejemplo, si María en lugar de hacer budines se dedicara a salir a pasear y tirar las manzanas por el piso por diversión, entonces la posibilidad de que devuelva el préstamo es menor. Así, es probable que ella, con tal de obtener sus dos manzanas hoy, ofrezca una compensación mayor en el futuro.
A mayor riesgo de impago, mayor tasa de interés.
Por último, también influirá un tercer factor, que es el deterioro de las manzanas. Si se espera que las manzanas que devuelva María en el futuro estén todas machucadas y medio podridas, entonces José le pedirá más manzanas a cambio de las dos que presta hoy, de manera de al menos agarrar algunas que estén en condiciones de ser consumidas.
Como se observa, si la preferencia temporal es baja (la gente elige posponer su consumo al futuro), si el riesgo es bajo, y la expectativa de descomposición de las manazas es baja, también será baja la tasa de interés.
Y si es baja la tasa de interés, habrá más consumo de manzanas y más producción de budines. Pero esa tasa de interés no es un acto de magia o voluntad gubernamental. Depende de estas tres cosas que mencionamos.
En una economía monetaria con Banco Central, las cosas pueden parecer muy distintas, pero no lo son.
De acuerdo con Alberto Fernández, Guido Sandleris sube la tasa de interés y no responde a “las necesidades de millones de argentinos, de nuestras pymes, de nuestras grandes empresas, de la Argentina productiva”. Si él gana, promete bajar las tasas para “que se recupere el crédito y se puedan reorientar recursos desde lo financiero a lo productivo”.
Ahora volviendo a nuestro ejemplo anterior, la tasa de interés no es una decisión gubernamental. Mucho menos en un esquema de “control de agregados monetarios” como el que tiene Argentina.
La tasa depende de la preferencia temporal, el riesgo de la inversión y el deterioro del medio de intercambio. Ahora si asumimos que un argentino no tiene una preferencia temporal muy distinta a un norteamericano, podemos aproximarnos a este número usando la tasa de 10 años de un bono estadounidense.
Si, además, suponemos que el riesgo de la inversión está capturado por el Riesgo País y que el “deterioro de las manzanas” es la tasa devaluación esperada, entonces llegamos a los siguientes números:
Si sumamos estos tres componentes, llegamos a una tasa de interés en pesos de 59,8%, no muy lejos de lo que está la tasa de LELIQ hoy.
O sea, todo aquel candidato que proponga “bajar la tasa” para reactivar la economía, tiene que decir cómo va a bajar el riesgo país, o cómo va a reducir las expectativas de devaluación.
Si no lo hace, toda baja de la tasa se transformará rápidamente en una fuga de depósitos, brusca suba del dólar y violento salto de la inflación.
Es director de Iván Carrino y Asociados, una consultora especializada en economía y finanzas. Además, es Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Licenciado en Administración con dos Maestrías en Economía.
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