Existe una manera de invertir en acciones y bonos al mismo tiempo y aprovechar el potencial de ambos tipos de activo. Sin duda esta deber ser la primera jugada financiera que hagas como inversor.
Sus relatos eran un poco imprecisos, desordenados y se podía percibir la ignorancia que tenían acerca del funcionamiento de los mercados de capitales y los distintos instrumentos de inversión.
Todos estos aspectos eran lógicos de un país con muy baja penetración de la educación financiera y bursátil como Argentina. Con el paso del tiempo, comprobé que existían muchas semejanzas con el resto de los países de la región.
Para acomodar la conversación con el potencial inversor, siempre realizaba dos preguntas:1. ¿Cuál es el horizonte temporal de la inversión?
2. ¿Cuál es el riesgo que quería correr?Por lo general, la primera pregunta no tenía una respuesta concreta. Las personas no saben, a priori, por cuánto tiempo invertirán su ahorro. Esto complicaba el diseño de cualquier estrategia de inversión.
Para el segundo interrogante, la respuesta era casi unánime y concreta: “quiero conservar el capital y no correr ningún riesgo”.
Sin dudas que era una frase lógica y atinada, producto de los miedos y el desconocimiento que había sobre el funcionamiento de los vehículos de inversión.
Para esos casos, mi sugerencia siempre era la misma. Mi intención era que comenzaran por lo más seguro: los bonos.
“Esa debe ser tu primera inversión”, señalaba con énfasis.
En los mercados financieros conviven dos categorías de inversión claramente distinguibles:
a) Renta Variable (Acciones);
b) Renta Fija (Bonos).Ambos nombres son muy transparentes en cuanto a lo que el inversor puede esperar de cada una de ellas. Mientras que las acciones no garantizan ninguna fuente de retorno en el futuro, los bonos sí lo hacen.
Cuando uno invierte en un título de deuda público o privado, sabe de antemano las condiciones de emisión del mismo, cuándo cobrará los intereses, con qué periodicidad y en qué momento se le será devuelto el capital invertido.
El inversor conoce el flujo de pagos cierto de ese instrumento y pueda calcular exactamente el retorno de esa inversión.
En tanto, con las acciones no es así. Este activo puede ofrecer dos fuentes potenciales de ingreso a inversor:
1. Apreciación del precio;
2. Dividendos en efectivo o acciones.
Sin embargo, ninguna de las dos fuentes está garantizada en el futuro. De allí que se le catalogue como renta variable.
A priori, la renta fija parece ser una estrategia segura, menos volátil y con una renta “decente”. Las tres características son ciertas, siempre y cuando seas capaz de controlar y analizar el principal riesgo: el default.
Ese concepto no es más que el NO pago, en tiempo y forma, de las obligaciones asumidas por el emisor del bono. Así, el inversor puede estar en condiciones de no recibir el flujo de capital correspondiente, afrontando una potencial pérdida del ahorro.
¿Por qué el deudor no le pagaría al acreedor?
Básicamente porque su capacidad de pago no se lo permite. Si es una empresa, la mala gestión de sus recursos de capital y el deficiente andar de su negocio pueden comprometer la liquidez de la firma y llevar a que no se tengan los recursos necesarios para afrontar las obligaciones.
En el caso de que el emisor sea un país o provincia, un creciente déficit fiscal y una economía estancada pueden ser razones suficientes para hacer colapsar los recursos monetarios del fisco y que no estén disponibles los fondos necesarios para pagar la deuda.
Son las calificadoras de riesgo las encargadas de medir y revisar periódicamente esa capacidad de pago del deudor. En función de ese análisis, se encuentra la calificación que le otorgan al bono. Y cuanto menor es la calidad de la calificación, mayor es la tasa de interés que debe pagar quien emite esa deuda si quiere conseguir los recursos que necesita.
Un problema no menor es que, muchas veces, las calificadoras “corren detrás de los acontecimientos” y no sirven para predecir eficientemente los riesgos, tal como sucedió en la crisis global de 2008.
Con la perspectiva actual, surgen dos problemas centrales para el inversor minorista que quiere invertir en bonos.
El primero de ellos es más estructural y tiene que ver con que muchas veces para invertir en bonos individuales las sumas mínimas arrancan a partir de los USD 50.000. El segundo, más coyuntural, es que las deprimidas tasas de interés en el mundo hacen de la inversión en bonos muy poco rentable y hasta peligrosa, ya que las tasas de interés actuales no reflejan transparentemente el riesgo de cada emisor.
¿Cómo solucionamos ambos problemas?
Mediante un instrumento muy útil que permite invertir en una cartera diversificada de bonos y a partir de un monto muy bajo: los ETFs.
Los ETFs son fondos cotizantes que replican un determinado índice, un portafolio o un commodity y que dan a los inversores de menor porte económico la posibilidad de invertir en todos los activos financieros disponibles a un costo realmente atractivo.
Existen, lógicamente, los ETFs de Bonos. A continuación te comparto tres de ellos que pueden ser tu puntapié inicial en esta categoría de activos y que te permiten saltar los obstáculos mencionados anteriormente.
» ETF iShares 1-3 Year Treasury Bond ETF (SHY): Es un fondo que invierte en bonos del Tesoro estadounidense de 1 a 3 años de plazo de vencimiento. Es decir, se trata de los instrumentos más seguros del mundo. Si se espera que las tasas de interés de corto plazo sigan con tendencia bajista o estable, entonces puede ser una buena alternativa.
» ETF iShares iBoxx $ Investment Grade Corporate Bond ETF (LQD): Se trata de un vehículo que invierte en bonos emitidos por empresas. Pero no cualquier tipo de deuda, sino la que tiene la calificación más elevada, denominado “grado de inversión”. Entre sus tenencias estas adquiriendo bonos de Apple, General Electric, la farmacéutica CVS, Bank of America, entre otros.
» ETF iShares iBoxx $ High Yield Corporate Bond ETF (HYG): Finalmente, para los más osados se encuentra este fondo que invierte en bonos de empresas que justamente no tienen la calificación Investment grade, sino que su calidad crediticia es menor y reciben el nombre de “bonos basura”. Esta menor calidad crediticia tiene como contraprestación una tasa de interés mayor. Mientras que el ETF LQD rinde un 3,3% anual, el HYG está rindiendo un 5,18%.
Desde ya que esto es solo una muestra de las alternativas que hay en este fantástico mundo de los ETFs, uno de los instrumentos que llegó para democratizar el mercado y abrir el juego a todos los inversores.
A tu lado en los mercados,
Diego Martinez Burzaco
Para Inversor Global
Es economista de la Universidad de Buenos Aires con especialización en Mercados de Capitales, cuenta con más de 18 años de experiencia en los mercados internacionales. En Inversor Global es Jefe de Estrategia y editor de los servicios Crisis & Oportunidad, Situaciones Extraordinarias y Doble o Nada.
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