Los conflictos entre estos países continuará más allá del reciente acuerdo. A continuación te explico por qué esta problemática trasciende la relación comercial entre ambos países y qué debes esperar a futuro.
Por Jim Rickards desde Darien, Connecticut.
Querido lector,
Una de las grandes noticias de este mes es la firma oficial del acuerdo de “Fase 1” entre Estados Unidos y China.
No hay duda que cualquier acuerdo es mejor que nada. Pero lo cierto es que los problemas comerciales más profundos de este asunto son irresolubles.
Entre estos problemas encontramos aranceles, subsidios, robo de propiedad intelectual, transferencia forzada de tecnologías, cierres de mercados, competición injusta, espionaje digital y más.
La mayoría de estos asuntos no será resuelta rápidamente (si es que alguna vez se solucionan). ¿Y qué ha dicho China en respuesta a estas acusaciones bien fundadas?
Pues, simplemente no ha cambiado su postura. De hecho, Beijing directamente ha comenzado a rechazar las acusaciones de Estados Unidos, tildándolas como una amenaza contra sus “intereses nacionales”.
China no puede aceptar las demandas estadounidenses y detener el robo de propiedad intelectual de la primera economía, pues lo necesitan para seguir creciendo. Es esencial para escapar de la trampa de ingresos medios que afecta al Gigante Asiático.
Asimismo, China rechaza los intentos estadounidenses de detener las empresas estatales financiadas y controladas por el Partido Comunista que, de todos modos, participan en los mercados privados. Estas entidades son esenciales para el modelo económico chino.
Beijing no puede corregir sus leyes internas para asegurar el cumplimiento de cualquier promesa o acuerdo al que se llegue, pues eso le quitaría credibilidad al gobierno.
En otras palabras, cualquier resolución implica intromisión en los asuntos nacionales chinos, tanto en término de cambios legales como en la imposición de mecanismos que aseguren cumplimiento de parte de la segunda economía.
Estos mecanismos legales son necesarios, porque China ha mentido y descuidado sus compromisos comerciales por los últimos 25 años. Los chinos son conocidos por aplazar su parte del trato hasta el último momento. Solo hacen promesas vacías y ambiguas. Su estrategia se basa en la ilusión de que “esta vez será diferente”, pero nunca lo es.
También son conocidos por decir una cosa y hacer otra. Aceptan cualquier acuerdo sin problema (como la reducción del robo de propiedad intelectual) y luego ignoran por completo lo acordado (solo que lo encubren un poco mejor).
No hay ninguna razón para creer que China será más honesta la próxima vez sin un sistema de verificación y aplicación. Xi Jinping y compañía simplemente se niegan a permitir este tipo de intrusión en su soberanía.
Por otro lado, Estados Unidos no puede aceptar las garantías chinas sin un mecanismo de verificación intrusivo.
Para los chinos, el enfoque estadounidense les recuerda a las Guerras del Opio (1839-1860) y el “Tratado Desigual” (1848-1950). A través de estos procesos históricos, las potencias extranjeras (Reino Unido, Estados Unidos, Japón, Francia, Alemania y Rusia) obligaron a China a hacer concesiones humillantes de tierra, acceso a puertos, aranceles e inmunidad extraterritorial.
China ahora ha recuperado su fuerza económica y militar, y se niega a hacer concesiones similares hoy.
Esto subraya el hecho de que la “guerra comercial” no es solo comercial, sino que realmente forma parte de una confrontación mucho más amplia entre Estados Unidos y China; se asemeja más a una nueva Guerra Fría que a otra cosa.
Este análisis general fue descrito en un discurso pronunciado por el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, en octubre de 2018, así como en otro discurso posterior del 24 de octubre de 2019.
El secretario de Estado, Mike Pompeo, ha sumado otra voz a las advertencias de que China es una amenaza a largo plazo para Estados Unidos, y que un regreso a la “normalidad” pre-guerra comercial sería un peligro para el país.
Vicepresidente Mike Pence (izq.) y el Secretario de Estado Mike Pompeo (der.). Pence y Pompeo han tomado la delantera en las críticas públicas de China por parte del gobierno de Trump. En una serie de discursos y entrevistas, han señalado violaciones atroces a los derechos humanos, robo de propiedad intelectual y avances militares amenazantes que deberían hacer que Estados Unidos trate a China más como un adversario geopolítico que un socio comercial.
Las opiniones de Pence y Pompeo, apodadas “Doctrina Pence”, fueron resumidas cuidadosamente por Gordon G. Chang, experto en la situación con China y autor The Coming Collapse of China, en un artículo de The Wall Street Journal publicado el pasado 7 de noviembre:
“El gobierno de Trump se dirige a una ruptura fundamental con la República Popular de China. La ruptura, si llega a ocurrir, revertirá casi medio siglo de políticas ‘de concesiones’ de Washington. Los dos discursos del mes pasado, del vicepresidente Mike Pence y del secretario de Estado Mike Pompeo, contenían lenguaje conflictivo rara vez visto en los discursos de altos mandos estadounidenses.
‘Estados Unidos continuará buscando una reestructuración fundamental en nuestra relación con China’, dijo el vicepresidente en un evento del Centro Wilson el 24 de octubre, al detallar el comportamiento perturbador de China durante el año pasado.
Algunos argumentan que la charla del vicepresidente no difirió sustancialmente de su innovador discurso de octubre de 2018. Pero estos observadores no ven que ante la negativa de Beijing a responder a las iniciativas estadounidenses, Pence estaba fundamentando poco a poco las severas respuestas comerciales estadounidenses.
Además, la repetición temática del vicepresidente era en sí misma importante. Sugirió que el enfoque del gobierno, primero ampliamente articulado en la Estrategia de Seguridad Nacional de diciembre de 2017, se había endurecido. El discurso abandonó las etiquetas de ‘amigo’ y ‘socio’ de larga data. En cambio, Pence llamó a China, y a su aliado de facto, Rusia, ‘poderes revisionistas’ y ‘rivales’.
En una cena en el Instituto Hudson, el Sr. Pompeo habló con más franqueza: ‘Ya no es realista ignorar las diferencias fundamentales entre nuestros dos sistemas y el impacto […] que tienen en la seguridad nacional estadounidense’. La élite dominante china, dijo, pertenece a ‘un partido marxista-leninista centrado en la lucha y la dominación internacional’.
Estamos seguros de la hostilidad china hacia Estados Unidos, señaló Pompeo, al escuchar ‘las palabras de sus líderes’”.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China no es la anomalía que creen los globalistas. Ni siquiera es tan inusual visto desde una perspectiva histórica. Las represalias de socios comerciales siempre han sido parte del juego.
El libre comercio es un mito. No existe fuera de las aulas universitarias. Francia subsidia la agricultura. Estados Unidos subsidia los vehículos eléctricos. China subsidia una larga lista de firmas nacionales a través de contratos gubernamentales, préstamos baratos y manipulación de divisas.
Toda economía importante subsidia a uno o más sectores empleando herramientas fiscales y monetarias, aranceles y barreras no arancelarias al comercio.
Estados Unidos ganará las guerras comerciales, a pesar de los costos. China, perderá, aunque no abandonará el robo de propiedad intelectual. Las guerras comerciales se mantendrán durante años, incluso décadas, hasta que China abandone el comunismo, o hasta que Estados Unidos conceda su dominio hegemónico global.
No es probable que nada de esto ocurra en el corto o siquiera mediano plazo.
Es por eso que la guerra comercial no acabará pronto: es parte de algo mucho más grande y difícil de resolver. Se trata de la lucha de poderes del Siglo XXI.
Saludos,
Jim Rickards
Para El Inversor Diario
Esta columna fue publicada originalmente en El Inversor Diario, el newsletter gratuito de Inversor Global en el que escriben las mentes financieras más brillantes de Estados Unidos y América Latina. El Inversor Diario te permitirá acceder a información exclusiva sobre los mercados internacionales y podés suscribirte haciendo click acá.
Abogado y economista. Fue asesor de la CIA y el Pentágono y hoy es uno de los analistas financieros más leídos en Estados Unidos. Cuenta con 35 años de experiencia analizando exitosamente el contexto macroeconómico global. Gracias a una alianza con Agora Financial de Estados unidos, en Inversor Global es editor para Inteligencia Estratégica.
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