Tres catalizadores de corto plazo podrían enviar el oro hacia los USD 3.000 la onza. Pero su precio en el largo plazo podría saltar hasta los USD 14.000 y más allá…

 

Por Jim Rickards, desde New England

Querido lector,

Te tengo una pregunta:

¿Por qué oro?

Esa es una pregunta que me hacen con frecuencia. Suele ir seguido de un comentario más o menos así: “no lo entiendo. Es solo una roca brillante. La gente lo saca del suelo y luego lo vuelve a poner en el suelo. ¿Cuál es el punto?”

Normalmente, comienzo mi respuesta diciendo: “No es una roca, es un metal”, y luego entro en detalles.

Siempre que tengo una conversación así trato de ser lo más empático posible. En realidad, el hecho de que las personas sepan poco del oro hoy en día no es su culpa. El Establishment económico de políticos, académicos y banqueros centrales ha creado la idea de que el metal dorado es un tema tabú.

Puedes hablar de él en facultades de minería, pero que ni se te ocurra enseñarlo en las clases de economía. Si tienes al menos una cosa buena para decir sobre el oro, inmediatamente te etiquetan como “fanático”, “neandertal” o algo peor. Quedas excluido del diálogo, así de sencillo.

Tu editor sosteniendo un lingote de oro en una bóveda cerca de Zúrich, Suiza. Es una barra de categoría “good delivery”, que bajo las reglas de la London Bullion Market Association, significa que pesa aproximadamente 400 onzas, tiene una pureza del 99,9% (o más) y tiene una forma y dimensiones específicas. Ese lingote tiene un valor de aproximadamente de USD 700.000 a precios actuales del mercado. En 1971 valía USD 14.000.

Sin embargo, esto no siempre fue así. Fui estudiante de posgrado en economía internacional en 1973-1974. Muchos observadores creen que el patrón oro “terminó” el 15 de agosto de 1971, cuando el presidente Nixon suspendió la conversión de dólares por oro para socios comerciales extranjeros. Pero eso no lo que sucedió exactamente.

El anuncio de Nixon fue una noticia de peso. De todos modos, el entonces presidente estadounidense pretendía que la medida fuese “temporal”, y así se expresó durante el anuncio de la medida. La idea era instaurar una especie de “tiempo de espera” en los cumplimientos de pagos, llevar a cabo una nueva conferencia monetaria internacional (similar a Bretton Woods en 1944), devaluar el dólar frente al metal dorado (y otras divisas como el Deutschemark alemán y el yen japonés), y luego regresar al patrón oro con los nuevos tipos de cambio.

Ese mismo año, 1971, confirmé la existencia de este plan con dos asesores de Nixon que lo acompañaron a hacer el anuncio original en Camp David. Hablé con Kenneth Dam (un abogado del poder ejecutivo) y Paul Volcker (en ese momento, el subsecretario del Tesoro). Ambos confirmaron que la suspensión de los canjes de oro debía ser temporal, y el objetivo era volver al patrón oro, pero con nuevos precios.

Una parte de plan de Nixon funcionó, pero la otra fracasó. La conferencia internacional sí tuvo lugar en Washington, D.C., en diciembre de 1971, resultando en el Acuerdo Smithsonian. El dólar se devaluó de los USD 35 por onza de oro a los USD 38 por onza (y luego una vez más hasta los USD 42,22); asimismo, cayó contra las divisas de Alemania, Japón, Reino Unido, Francia e Italia.

Sin embargo, el regreso a un verdadero patrón de oro nunca sucedió. Este fue un momento caótico en la historia de la política monetaria internacional. Alemania y Japón pasaron a tipos de cambio flotantes bajo la influencia nociva de Milton Friedman, que realmente no entendía el rol de las monedas en el comercio internacional y la inversión extranjera directa. Francia, mientras tanto, insistió con regresar a un verdadero patrón oro.

Eso sin mencionar que Nixon estaba ocupado con su campaña de reelección para 1972, seguido del escándalo de Watergate. El oro había pasado a segundo plano. A fin de cuentas, la devaluación sí quedó en los libros, pero la convertibilidad oficial del oro nunca regresó.

Este vendaval monetario se desarrolló en el transcurso de varios años. No fue sino hasta 1974 que el FMI declaró oficialmente que el oro no era un activo monetario (aun cuando la entidad tenía miles de lingotes en sus libros en la década de 1970, y todavía tiene 2.814 toneladas de oro, la tercera mayor tenencia del mundo después de Estados Unidos y Alemania).

El resultado final de todo, es que mi promoción universitaria de 1974 fue la última en estudiar al metal dorado como un activo monetario en Estados Unidos. Si estudiaste economía después de eso, se te enseñó que el oro no era más que una reliquia histórica. Nadie enseñó nada más del metal y, por lo tanto, nadie aprendió. El oro seguía siendo una “mercancía” y algo que se enseñaba en las facultades de minería, pero no en economía.

No es de extrañar, entonces, que hoy la mayoría no entienda bien al oro.

Puede que se haya excluido al metal del aula, pero no del mundo real. De hecho, hubo otro evento importante solo un año después de graduarme. En 1974, el presidente estadounidense, Gerald Ford, firmó una ley que revocó la notoria Orden Ejecutiva 6102 de Franklin Delano Roosevelt. En 1933, FDR les prohibió a los ciudadanos estadounidenses poseer lingotes de oro. El metal precioso pasó a ser contrabando, como la heroína o las ametralladoras.

El presidente Ford cambió todo esto. Por primera vez en más de 40 años, en Estados Unidos era legal poseer lingotes. El patrón oro oficial había muerto, pero un nuevo “patrón oro privado” acababa de comenzar.

Fue entonces que las cosas se pusieron interesantes.

Ya que el metal ahora cotizaba libremente, comenzaron los mercados alcistas y bajistas de este activo, algo que no podía suceder en un entorno de precios fijos, como un patrón oro.

Los dos grandes mercados alcistas fueron 1971-1980 (ganancias del 2.200% para el oro) y 1999-2011 (ganancias del 760%). Entre estos mercados alcistas, vimos dos mercados bajistas (1981-1998 y 2011-2015). Pero aun teniendo esto último en cuenta, la tendencia de largo plazo es innegable. Desde 1971, el oro ha escalado un 5.000%, incluso después de los reveses del mercado bajista.

Y ahora, el tercer gran mercado alcista está en marcha. Comenzó el 16 de diciembre de 2015, cuando el oro tocó fondo a USD 1.050 por onza al final del mercado bajista de 2011-2015. Desde entonces, ha ido al alza más de un 65%. Esa es una buena ganancia, pero no es nada en comparación con los 2.200% y 760% de los últimos dos mercados alcistas.

Cuando se trata de los mercados de capital y commodities, nada se mueve en línea recta, en especial el oro.

Sin embargo, este patrón sugiere que las ganancias más importantes en los precios del metal aún están por venir. Y en este momento, mis modelos me dicen que el oro está encaminado a ganancias históricas a medida que la tercera tendencia alcista toma fuerza.

Actualmente, el oro cotiza a alrededor de USD 1.700. ¿Qué podría empujarlo firmemente por arriba de los USD 2.000 por onza y más allá? Hay tres catalizadores principales:

El primero es la pérdida de confianza en el dólar en respuesta a la enorme impresión de dinero, que a su vez es un intento para rescatar a los inversores en esta pandemia. Si los bancos centrales tienen que usar el oro como punto de referencia para restaurar la confianza, el precio tendrá que ser de USD 10.000 por onza o más. Cualquier cifra por debajo de esos niveles obligaría a los bancos centrales a reducir su oferta de dinero para mantener la paridad, lo que sería altamente deflacionario.

El segundo factor es la posibilidad de que el mercado alcista se mantenga por sí solo. Si promediamos usando las dos tendencias al alza previas como puntos de referencia, estamos hablando de un precio de USD 14.000 por onza de oro o más para 2025.

El tercer catalizador son compras impulsadas por pánico ante un nuevo desastre. Esto podría tomar la forma de una “segunda ola” de infecciones por el virus de Wuhan, el incumplimiento de un ETF de oro o el COMEX para distribuir oro físico, o incluso una victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales.

En este momento, el mercado del oro no ha descontado ninguno de estos eventos. No hace falta que ocurran los tres juntos para que el metal se dispare. Uno solo basta. Y al mismo tiempo, no se puede ignorar la posibilidad de ninguno de ellos.

Estos eventos (y otros) impulsarían al oro más allá de los USD 2.000 por onza, luego a los USD 3.000 y, en última instancia, incluso mucho más alto de lo describí anteriormente.

 

Saludos.

 

Jim Rickards
Para Inversor Global

 

 

Esta columna fue publicada originalmente en El Inversor Diario, el newsletter gratuito de Inversor Global en el que escriben las mentes financieras más brillantes de Estados Unidos y América Latina.

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