En un año que estará marcado por la política, el inversor debe mirar lo que realmente importa y no perderse en el ruido intrascendente.
En mi última columna del año 2019 para El Inversor Diario, hace exactamente una semana, mencioné tres elementos que podrían generar cierto ruido en los mercados en 2020.
Lejos de querer hacer un pronóstico sobre la evolución del índice S&P 500, mi intención era poner sobre la mesa tres factores que ya conocíamos de antemano y que podían tener influencia sobre las cotizaciones de los activos financieros.
Uno de estos aspectos tenía que ver con la elección presidencial que tendrá lugar a principios de noviembre en Estados Unidos.
¿Por qué vuelvo a insistir con este tema?
Básicamente, porque tiene una vinculación muy estrecha con los acontecimientos de los últimos días que alteraron la paz financiera global que rigió en todo 2019.
Medio Oriente está nuevamente en el centro de la disputa geopolítica del mundo. El asesinato del principal líder militar de Irán a manos de tropas norteamericanas en suelo iraquí, desató una escalada de la tensión que pone en alerta a los inversores.
La primera reacción a los acontecimientos fue clara: baja de las acciones y suba de los precios de las materias primas, principalmente el petróleo y el oro.
Pero más allá de estos movimientos coyunturales, lo que tenemos que entender es la motivación que hay detrás de este movimiento militar norteamericano. Precisamente, el driver que motivó lo anterior ha sido la política.
Durante los tres años de mandato de Donald Trump al frente de la Casa Blanca, el eje central de su gestión ha estado orientado a la economía. Y los resultados han sido magníficos.
Creación de empleo récord, tasa de desempleo en el menor nivel de los últimos 50 años y expansión del PBI por encima de su nivel potencial han hecho de Estados Unidos la locomotora del crecimiento del mundo desarrollado.
Así, poco y nada se han manifestado hechos de carácter político que tendieran a fortalecer la posición de liderazgo geopolítico mundial por parte del país del norte. Con la economía a todo ritmo, ni Trump ni la propia nación requirieron de este elemento para ratificar “quién manda en el mundo contemporáneo”.
Sin embargo, el año 2020 luce algo sombrío respecto a lo ocurrido durante el periodo 2016-2019.
Con la economía con escasa capacidad de seguir generando alegrías a los estadounidenses sin presionar a la inflación y con un tibio acuerdo firmado con China para poner fin a la guerra comercial, es necesario reforzar el liderazgo de Trump desde otro ángulo.
Y para ello, siempre está a la mano la confrontación bélica para encolumnar al pueblo estadounidense detrás de su comandante en jefe.
Así, la política se pone al servicio del presidente si de ganar la reelección se trata.
¿Será suficiente?
No lo sabemos, pero lo que te mostraré a continuación te llamará la atención.
Ajenos a todo ruido político
En Latinoamérica, estamos acostumbrados a que la política sea un factor importante en el rumbo de los mercados financieros. Cada elección presidencial se vive de manera determinante, sobre todo en países donde ciertas reglas de juego de largo plazo están a merced de la dirigencia de turno.
El caso más emblemático de lo anterior es Argentina, pero también Brasil y Colombia entran en ese territorio. Un poco más alejados de esta regla se encuentran Perú, Chile y Uruguay, aunque los recientes acontecimientos pueden estar gestando cambios a esa lógica.
En el mismo continente, pero más al norte, el proceso electoral se vive claramente de manera opuesta. En Estados Unidos, las elecciones presidenciales no son de carácter obligatorio, mientras que, por otro lado, los ciudadanos de ese país no muestran una elevada devoción por la política.
Desde la óptica del inversor, tampoco es demasiado relevante en términos de estrategias de mediano plazo. Más allá de que gobierne un demócrata o un republicano, hay ciertas premisas básicas que son intocables.
Y eso hace al mercado menos dependiente de los resultados electorales.
Nuevamente, no es que lo diga yo, sino que la historia es la que muestra eso. Desde 1928 en adelante han transcurrido 23 procesos de elecciones presidenciales en Estados Unidos. En solo 4 de esos 23 años, el índice S&P 500 tuvo un rendimiento negativo.
El promedio anual de rendimiento del mercado fue de 11,28%. Desde ya que los rendimientos pasados no garantizan retornos positivos en el futuro, pero es un buen síntoma.
Mi consejo es que más allá de quien gobierne en Estados Unidos a partir de enero de 2021, el proceso electoral previo puede generar más volatilidad, pero sin dudas no será el acontecimiento que marque la tendencia de las acciones.
Si el mercado finaliza 2020 al alza o a la baja será como consecuencia de la evolución de las ventas y ganancias corporativas y no por quién ocupe el sillón de la Casa Blanca dentro de 12 meses.
A tu lado en los mercados,
Diego Martinez Burzaco
Para Inversor Global
Esta columna fue publicada originalmente en El Inversor Diario, el newsletter gratuito de Inversor Global en el que escriben las mentes financieras más brillantes de Estados Unidos y América Latina. El Inversor Diario te permitirá acceder a información exclusiva sobre los mercados internacionales y podés suscribirte haciendo click acá.
Es economista de la Universidad de Buenos Aires con especialización en Mercados de Capitales, cuenta con más de 18 años de experiencia en los mercados internacionales. En Inversor Global es Jefe de Estrategia y editor de los servicios Crisis & Oportunidad, Situaciones Extraordinarias y Doble o Nada.