¿Alguna vez te has sentido demasiado ocupado para enfocarte en tus finanzas? La pereza puede tomar muchas formas, incluso la de una agenda llena. En este newsletter, exploramos cómo un cambio de mentalidad y un toque de avaricia pueden ser la clave para vencer la pereza y comenzar tu camino hacia la libertad financiera.
Hay algunas verdades que son duras de admitir, pero una vez que las enfrentamos y actuamos en consecuencia nos liberan el camino y nos cambian la vida.
Robert Kiyosaki, en su best seller Padre rico, Padre pobre, reflexiona en múltiples oportunidades sobre los sentimientos que nos llevan a conductas autodestructivas, tristes y deficientes.
En las últimas semanas, hablamos sobre los malos hábitos, pero hoy me gustaría hacer hincapié en uno de ellos: la pereza.
La pereza es algo que nos puede costar muy caro. La forma más común de pereza es la que te mantiene demasiado ocupado, triste y desmotivado (sentimientos que, tarde o temprano, llevan a más sentimientos negativos).
Estoy segura de que todos conocemos a, al menos, una persona que nunca tiene tiempo para nada. Usualmente se la encuentra demasiado ocupada para pasar tiempo con su pareja, sus hijos e incluso “no tiene tiempo” para ocuparse de sus finanzas. La causa siempre es la misma: tienen mucho trabajo, están ocupados y permanecen así para no atender algo importante.
Sin embargo, la raíz de esta “ocupación” constante muchas veces es una forma de evitar enfrentar tareas o decisiones que consideramos difíciles, incómodas o que simplemente nos generan miedo. Es una manera de mantenernos en nuestra zona de confort, evitando asumir riesgos que podrían mejorar significativamente nuestra calidad de vida.
¿Cómo vencer la inercia y tomar acción inmediata?
Kiyosaki comenta que el mejor remedio para la pereza es la avaricia. En general, especialmente para personas de clase media o clase baja, se enseña que la codicia o avaricia son algo negativo.
Pero, en nuestro interior, todos tenemos el anhelo de tener cosas bonitas, de conseguir una buena calidad de vida. Y, si bien la avaricia no debe ocupar una gran parte de nuestra mente, deberíamos poder acceder a nuestros objetivos sin una culpa inculcada.
Aquí es importante recalcar la distinción entre una avaricia malsana y una que nos motiva a mejorar. La primera nos lleva a querer más a costa de los demás, buscando acumular sin medida, sin propósito. La segunda, en cambio, es esa pequeña chispa que nos impulsa a querer una mejor versión de nosotros mismos, a no conformarnos con lo que tenemos y a trabajar por lo que verdaderamente queremos en la vida.
El “Padre Rico” de Robert criticó siempre la frase “No puedo permitirme ese lujo”. Explicaba que, si dejáramos de lado la pereza, buscaríamos cómo alcanzar el lujo que deseamos.
Esta mentalidad de encontrar el “cómo” en lugar de detenernos en el “no puedo” es lo que nos empuja a oportunidades que podrían cambiar nuestras vidas. Y, además, nos aleja de la tristeza y la impotencia que generan los discursos limitantes y perezosos.
Pensemos en esto desde una perspectiva más amplia: cuando decimos “no puedo permitírmelo” cerramos nuestra mente a cualquier posibilidad. Es una declaración final, que no deja espacio para la creatividad, la planificación o el aprendizaje.
Por otro lado, si nos preguntamos “¿cómo puedo permitírmelo?”, estamos abriendo un mundo de posibilidades. Nos empujamos a pensar fuera de la caja, a considerar diferentes enfoques, a buscar nuevas fuentes de ingresos o a ahorrar de manera más inteligente.
Por ejemplo, alguien podría decir que no puede permitirse invertir en su educación financiera. Pero, ¿y si se preguntara cómo podría hacerlo? Quizás descubra que puede tomar un curso en línea en su tiempo libre, leer libros o incluso encontrar un mentor que lo guíe. Este cambio de mentalidad es fundamental para cualquier persona que aspire a la libertad financiera.
Así que recuerda que todos necesitamos algo de avaricia, y cuestionarnos a nosotros mismos para mejorar. Preguntas como “¿cómo sería mi vida si no tuviera que trabajar nunca más?” pueden impulsarnos para alcanzar nuestros objetivos.
Aquí es donde la reflexión personal juega un papel crucial.
Imagina por un momento cómo sería tu vida si no estuvieras limitado por las finanzas. ¿Qué harías con tu tiempo? ¿Qué experiencias te gustaría tener? ¿Cómo podrías contribuir al bienestar de tu familia y tu comunidad? Estas preguntas no solo nos motivan a actuar, sino que también nos ayudan a definir claramente nuestras metas y a entender por qué son importantes para nosotros.
Sé un poco codicioso, pero también recuerda que todo en exceso es malo.
En resumen, la clave está en usar esa chispa de avaricia para motivarte a salir de la pereza y a buscar activamente formas de mejorar tu vida. Esto no significa que debamos ser egoístas o avariciosos en el sentido negativo, sino que necesitamos reconocer y aceptar nuestros deseos y utilizarlos como una fuerza impulsora para alcanzar nuestros objetivos.
Recuerda que la educación financiera no es solo acerca de números y estrategias de inversión; también se trata de desarrollar una mentalidad adecuada y superar los obstáculos internos que nos impiden alcanzar nuestra libertad financiera. La pereza, en sus muchas formas, es uno de esos obstáculos.
Así que, en lugar de dejar que la pereza te mantenga en la mediocridad, permite que un poco de avaricia bien entendida te empuje hacia adelante. Porque al final del día, la libertad financiera no es solo un destino, sino un viaje continuo de aprendizaje y crecimiento.
¡Anímate a tomar acción hoy y empieza a construir el futuro que deseas!
Esto fue todo por hoy.
¡Hablamos pronto!
Melina Mitre
Managing Editor de Inversor Global
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Periodista graduada en la Universidad de Buenos Aires, con más de 5 años de experiencia como correctora, editora y coordinadora editorial. Especializada en redacción y contenido financiero.