Siempre se puede volver a las bases para recordar qué es lo importante. Tomar el tiempo de aprender de quienes estuvieron antes e hicieron cosas que admiramos nos puede ser muy útil.
Cada uno de nosotros vamos haciendo nuestro propio camino en la vida. Pero para que dicho proceso sea menos traumático y más placentero, elegimos referencias personales de personas que ya han recorrido el suyo de una manera que nos provoca admiración. Esto resulta de gran ayuda.
Así, a nivel personal seguramente tendremos de referencia a algún familiar cercano (mamá, papá, abuelos o hermanos). Seguramente también contemos con algún referente en nuestras actividades de ocio, si es que practicamos algún deporte o desarrollamos alguna actividad artística. Y también a nivel profesional, finalmente, no puede faltar aquel norte a imitar para tratar de ser exitoso en lo que uno hace a diario.
Justamente quiero escribirte hoy sobre este último punto.
Mi pasión sobre los mercados financieros comenzó en 1996, cuando tenía apenas 16 años. Una o dos veces por semana visitaba a mi abuela. Tomábamos la merienda y leía atentamente el periódico que le llegaba, religiosamente, todas las mañanas (por esa época no existía Internet, o al menos no estaba instalada masivamente).
De la lectura del diario en cuestión, dos secciones eran las únicas que me interesaban: Deportes y Economía. Leyendo esta última empecé a familiarizarme con términos como “tasa de interés de la Reserva Federal”, “deuda” y “mercado de acciones”.
A partir de ahí no paré nunca con mi proceso de aprendizaje y fascinación con las inversiones y los mercados. Y allí apareció mi referente, a quien siempre llevo implícito en mis análisis: Benjamin Graham.
Este inglés, nacido en Londres en 1894, es considerado el padre del Value Investing (‘Escuela de Inversiones de Valor’). Esta metodología hace referencia enteramente a la inversión de largo plazo en empresas que están negociándose debajo de su valor intrínseco, que se obtiene mediante el análisis de los fundamentos.
Sin dudas que Banjamin fue un joven prodigio durante su adolescencia. Viviendo en Nueva York desde que tenía un año de edad, su capacidad e inteligencia lo llevó a graduarse a los 20 en la Universidad de Columbia, para iniciar inmediatamente su carrera en Wall Street.
En apenas 10 años Graham amasó una fortuna sin precedentes, mediante las inversiones en acciones. Pero, claramente, la sobre confianza y el mal manejo de riesgos le jugó una mala pasada. Con el advenimiento de la Gran Depresión de 1929, Benjamin Graham perdió gran parte de su fortuna en la Bolsa. Esto lo llevó a repensar su filosofía de inversión.
Uno de los elementos centrales de su “nueva tesis de inversión” tuvo que ver con la consideración de la psicología del mercado al momento de tomar alguna decisión para incorporar un activo financiero a la cartera.
La psicología del mercado se refiere al sentimiento predominante de los participantes del mercado financiero en cualquier momento del tiempo. El sentimiento de los inversores puede impulsar el rendimiento del mercado en direcciones contrarias a los fundamentos (y con frecuencia lo hace). Por ejemplo, si los inversores pierden de repente la confianza y deciden vender posiciones de forma masiva, los mercados pueden caer fuertemente y muchos activos financieros pasan a negociarse muy por debajo de su valor intrínseco.
Lo anterior genera dos contribuciones importantes:
1. Se desafía abiertamente la teoría de los mercados eficientes, la cual brega que los precios de los activos financieros ajustan rápidamente para evitar oportunidades de arbitrajes.
2. Genera oportunidades de posicionamiento para los inversores de largo plazo, al poder incorporar activos subvaluados con un margen de seguridad mayor.
Precisamente acá aparece un segundo elemento novedoso en la reformulación de la teoría de Benjamin Graham: la necesidad de limitar el riesgo a la baja de los activos cuando los mercados corrigen fuertemente.
En este sentido, Graham buscó ampliar el margen de seguridad de sus inversiones. Compraba solamente activos que estén cotizando muy por debajo de su valor intrínseco, según sus fundamentos económicos y perspectivas futuras.
Una forma con la que logró medir lo anterior fue a partir de focalizarse en comprar solo compañías que operen muy por debajo de su valor de liquidación. Este es el valor que obtendría una empresa en caso de que quebrara, saliera del negocio y liquidase a valor de mercado todos los activos fijos que ostenta.
Aunque parece mentira, en situaciones de gran pánico en los mercados, una gran cantidad de acciones cotizan a valor por debajo del mencionado valor de liquidación y otorgan al inversor un gran margen de seguridad al momento de incorporar estos activos.
Todas estas enseñanzas quedaron plasmadas en la primera obra maestra de Bejamin, titulada Securities Analysis, publicada en 1934.
Si no estás inmerso en el mundo de las finanzas, este libro puede resultarte algo complejo. Incluso puede llegar a ser tedioso por su longitud. En este sentido, si te interesa familiarizarte más con la Escuela del Value Investing (con la cual me identifico bastante), te recomiendo comenzar por la otra gran obra maestra de Benjamin Graham: El Inversor Inteligente.
Esta pieza fue publicada en 1949 y el legendario Warren Buffett la consideró como “la mejor obra sobre inversiones que se haya escrito en la historia”. Sin dudas, yo te la recomiendo fervientemente. Está escrita de manera simple y entendible. Allí se describen muchos aspectos de utilidad para ser un inversor más completo a lo largo del tiempo.
Así, para mi objetivo personal y profesional, en el que intento tener un 75% de mis inversiones elegidas sobre la base del Value Investing, Graham es un referente que atraviesa todos los análisis que realizo al respecto.
Si estás interesado en construir una planificación financiera sustentable de largo plazo, apoyada en inversiones en acciones inteligentes, te recomiendo, al menos, leer la obra de este gran maestro de las finanzas globales.
A tu lado en los mercados,
Diego Martinez Burzaco
Para Inversor Global
Esta columna fue publicada originalmente en El Inversor Diario, el newsletter gratuito de Inversor Global en el que escriben las mentes financieras más brillantes de Estados Unidos y América Latina. El Inversor Diario te permitirá acceder a información exclusiva sobre los mercados internacionales y podés suscribirte haciendo click acá.
Diego Matianich es economista, con más de 15 años de trayectoria analizando la economía global y los mercados financieros. Tiene un posgrado en Value Investing y una especialización en Fusiones y Adquisiciones, propone inversiones capaces de ofrecer el equilibrio perfecto entre seguridad y rendimientos atractivos. Colabora con notas de opinión en periódicos especializados en Argentina y se desempeña como jefe de Research en Inversor Global, con la misión de sumar valor agregado a los distintos servicios de suscripción de la compañía