Durante las últimas semanas de julio, muchos traders comenzaron a sentir un impulso de euforia.
El S&P 500 seguía alcanzando nuevos máximos, impulsado por los buenos resultados de empresas tecnológicas y las expectativas de recortes de tasas por parte de la Reserva Federal (que ayer decidió mantenerlas por ahora sin cambios).
El oro se mantenía firme. Y Bitcoin —una vez más— sorprendía con un rally que lo llevó por encima de los USD 123.000.
A simple vista, parecía un escenario ideal: todo subía. Acciones, cripto, commodities. El mercado respiraba optimismo. Pero para quienes llevan tiempo operando, esta clase de armonía suele encender una señal de alerta.
Porque la historia muestra que las correlaciones entre activos no son permanentes. Suben juntos… hasta que no. Y es en ese quiebre cuando aparecen las trampas.
Cuando el mercado se desacopla
Durante buena parte del año, Bitcoin mostró un comportamiento que lo acercó al perfil de un activo de riesgo. Subía con las acciones tecnológicas, retrocedía cuando los índices caían y parecía seguir de cerca las señales del Nasdaq y el S&P 500.
Esta dinámica, reforzada por la aprobación de los ETF spot en Estados Unidos y la participación creciente de fondos institucionales, llevó a muchos a considerar que BTC ya formaba parte del ecosistema de activos tradicionales.
Pero en las últimas semanas esa relación empezó a mostrar algunas fisuras. Mientras el S&P 500 avanzaba con moderación, impulsado por empresas sólidas como Apple, Nvidia o Microsoft, el comportamiento de Bitcoin fue mucho más volátil.
En algunos días se movía en la misma dirección que el índice. En otros, tomaba un rumbo completamente diferente. La correlación, que durante varios meses se había mantenido por encima de 0,6 (una relación relativamente fuerte), comenzó a debilitarse. Algunos indicadores la ubicaron incluso por debajo de 0,3.
Esa disociación fue especialmente evidente alrededor del 24 y 25 de julio. Mientras el S&P 500 consolidaba su posición sobre los 6.300 puntos, BTC caía cerca de un 3% intradía, en un movimiento que sorprendió a quienes apostaban a que ambos activos se moverían al unísono.
En esos días, algunos mineros cripto realizaron ventas importantes y los datos macroeconómicos empezaron a generar incertidumbre sobre la velocidad con la que la Fed recortaría las tasas. La lectura fue clara: Bitcoin estaba respondiendo a estímulos diferentes, despegándose momentáneamente del ritmo de las acciones.
No des nada por sentado
Esto no significa que la relación entre ambos activos haya desaparecido. Pero sí deja claro que no es estable. Depende del contexto macro, del perfil de los inversores que están participando en cada mercado y de eventos puntuales que pueden generar movimientos técnicos o reacciones impulsivas.
La trampa aparece cuando un trader da por sentada esa correlación. Cuando, por ejemplo, abre posiciones en BTC solo porque espera que las acciones sigan subiendo. O cuando asume que una caída del Nasdaq necesariamente arrastrará al ecosistema cripto. Esa sobreconfianza puede llevar a tomar decisiones apalancadas, con poca gestión de riesgo, bajo la premisa de que “todo se moverá igual”. Y, como suele pasar en los mercados, cuando todos están seguros de algo, lo más probable es que ocurra lo contrario.
A mediados de julio, esa falsa sincronía también se reflejó en otros activos. El oro, históricamente considerado un refugio, avanzó en paralelo a Bitcoin y las acciones. Pero su impulso estuvo vinculado al debilitamiento del dólar, no a una toma de riesgo. Mientras tanto, algunos traders institucionales comenzaron a rotar hacia bonos de largo plazo, ante la expectativa de que la Fed adoptara un tono más moderado en los próximos comunicados. Es decir: había una sensación general de optimismo, pero cada activo respondía a razones distintas.
Cómo detectar señales tempranas
Lo importante para el trader minorista no es predecir si la correlación se mantendrá o se romperá, sino estar atento a los síntomas del cambio. Cuando las correlaciones se distorsionan, también lo hacen los patrones habituales de precio, y eso puede generar señales falsas o quiebres inesperados.
Una forma de anticiparlo es mirar los flujos: ¿quién está comprando y vendiendo en cada mercado? ¿Qué activos se benefician de los anuncios de política monetaria? ¿Cuál es la narrativa dominante en cada sector? Por ejemplo, si un nuevo paquete de estímulo fiscal beneficia a empresas industriales pero no impacta en el apetito por cripto, es probable que veamos una divergencia.
Otra herramienta útil es observar la volatilidad. En los días en que la correlación entre Bitcoin y el S&P se debilitó, también se dispararon los índices de volatilidad cripto. Eso indica que el mercado percibía riesgo en BTC de forma independiente a lo que ocurría con las acciones.
Entender estos movimientos es clave para evitar errores de lectura. No se trata de operar más ni de anticipar todos los cambios. Se trata de tener una mirada flexible, abierta al hecho de que los activos no siempre se comportarán como antes.
La lección: no operar con piloto automático
A veces, la mejor estrategia no es seguir la corriente, sino tomar un paso atrás y evaluar si el entorno sigue siendo favorable para la posición que tienes abierta. Si compraste BTC por su potencial de reserva de valor, tal vez no te importe que el S&P corrija un 2%. Pero si lo hiciste solo porque el mercado estaba eufórico y todos los activos parecían ir hacia arriba, quizás sea hora de revisar tus motivos.
El mercado siempre busca formas de sorprender. Y cuando todo sube, la mayoría deja de preguntarse por qué. Esa es la trampa más peligrosa: la confianza excesiva en que las correlaciones son eternas. No lo son.
La lección que nos deja este final de julio es clara: prestar atención a los detalles. No asumir que lo que funcionó ayer funcionará mañana. Y, sobre todo, estar preparados para actuar cuando el mercado deje de bailar en sincronía. Porque cuando eso ocurre, es cuando más oportunidades —y más riesgos— aparecen.
Buen trading,
Alexandra Perdomo
Managing Editor de Inversor Global